El horno de Cantareros elabora una de las versiones más sublimes del mollete en Andalucía, utilizando un horno de leña con más de dos siglos.
En la puerta del obrador, situado en el número 34 de la calle Cantareros, apenas una pequeña placa indica que estamos en el horno, para descubrir el tesoro hay que entrar para dentro. Todavía conservan la estructura de algunas antiguas panaderías que estaban situadas en el interior de las casas.
Las paredes de azulejos blancos, de los de 20 por 20, que ya ni se fabrican. Eso sí, todo más limpio que unas sábanas sin estrenar. No hay adornos: Alguna foto familiar, algún trofeo, un par de artículos en prensa y en puestos de honor las imágenes del Nazareno de Marchena y la Virgen de Las Lágrimas. Yo creo que cada una de las piezas cuadradas que salen cada mañana del horno las bendicen personalmente.
Una amasadora y doce manos
Una cristalera, antigua, muy antigua, y un mostrador de mármol separan el despacho del obrador. En apenas 30 metros cuadrados seis personas se encargan del proceso. Practicamente todo es manual. Tan sólo hay una amasadora, la que “teje” cada noche la fórmula maravillosa que sólo conocen los hermanos Reina Corpas, otra cinta que corta en cuadrados la fórmula maravillosa y doce manos que no paran ni un momento.
Delante de ellos el “horno moruno”. Ahí está desde que lo colocaran en el año 1812. De ahí no se ha movido ni el horno ni la panadería que llevan en el sitio casi 207 años. El horno lo fundó Antonio Luque, el bisabuelo de los Reina Corpas, y ya van por la quinta generación de la familia.
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