Mensajero Leonés, sábado 14 de enero de 1905
Desde Villamanín
Sr. Director de MENSAJERO LEONÉS :
Muy Sr. mío: En este momento me informan de un suceso terrible que ha estado á punto de dar un día de luto á la capital del vecino Ayuntamiento de Cármenes.
El que es Párroco de aquel pueblo, amigo mío é ilustrado sacerdote y licenciado en derecho D. Rafael Cimadevilla, que de tal manera se ha encariñado con esta tierra montañesa que por no dejarla ha despreciado, títulos, grados y aptitudes que le hubieran llevado á ocupar puestos más elevados, en compañía de otros dos sacerdotes, y de otros amigos del pueblo, aprovechando un día delicioso, salieron de caza por el sitio que llaman «Los verdes»
A la una y ya dueños de unas cuantas perdices, hicieron alto para comer, cuando los sorprende los ladridos lastimosos de un perro.
Uno de los cazadores llamado Pedro Orejas corrió en busca del perro le encontró cogido en un cepo que allí estaba colocado para coger raposos; para sacarlo tuvo que apartar un gran pedazo de carne que tenía para cebo.
Se pusieron á comer sin acordarse de los perros, los cuales se entretuvieron en devorar la carne de la garduñera ó cepo. Cuando se disponían á marchar, uno de los perros, le dio un ataque y enseguida murió, luego, otro y otro, y en un momento se quedaron sin perros que eran superiores y tenidos en grande estimación por sus dueños.
En seguida se acordaron de que precisamente el que había quitado la carne de la garduñera fué quien había partido el pan para comer, y tocado todas las viandas, además los perros habían andado por allí lamiendo las latas.
Tal miedo se apoderó de ellos que no acertaban á hacer, convencidos de que la carne de la garduñera estaba envenenada con estrignina y que á ellos les hubiera tocado algo y este miedo fué mayor cuando todos empezaron á. sentir dolores de vientre, vértigos y otros síntomas de envenenamiento.
Con grandes esfuerzos llegaron al pueblo, y gracias á las prescripciones del sabio médico D. Basilio Diez Canseco, pasaron todos los peligros, no quedando más que el consiguiente susto, y el sentimiento de haber perdido unos perros que eran verdaderos maestros.
Yo soy cazador, y he pasado muchas veces por aquél sitio, y me horroriza el pensar el peligro á que uno puede estar espuesto por la imprudencia de alguno que ande con la estrignina como si fuera cualquier cosa tales abusos no debieran tolerarse.
Sin otra cosa Sr. Director, tenemos un tiempo primaveral, y á seguir así, este año ya podrán anticipar su venida las familias que entre estas peñas buscan salud y recreo.
De V. aft. s. s.
Un suscriptor.
Enero 12-1905