El siguiente texto está extraído del trabajo "Importancia de las patentes para los primeros fabricantes de máquinas de vapor en España: Nuevo Vulcano, La Maquinista Terrestre y Marítima y Alexander Hermanos".
Alexander Hermanos fue, junto con la MTM, el otro gran fabricante de máquinas de vapor en España. Esta empresa fue establecida en Barcelona en 1849 por los hermanos Thomas y David Alexander (Unos ingleses que, después de una larga estancia en París, y de trabajar un tiempo en Valencia, se establecieron en la Barceloneta, con la intención de construir las mismas máquinas de vapor.) establecieron sus talleres de fundición en la calle Ginebra, especializándose en la fabricación de máquinas y calderas de vapor.
Posteriormente, Valentín Esparó propuso a los Alexander, en junio de 1852, la creación de un negocio conjunto para dedicarse a la construcción de máquinas de vapor terrestres y marítimas, locomotoras, calderas y demás maquinaria. Pero la propuesta no prosperó, los Alexander continuaron por su cuenta y Esparó, tres años más tarde, conseguiría su propósito con la creación de La Maquinista, pero con otros socios.
Máquinas de vapor de Alexander Hermanos expuestas en el patio de la Universidad en 1877 en la "Exposición Catalana", durante la visita de Alfonso XII a Barcelona.
En 1854 se amplia la firma Alexander con la razón social ‘Font, Alexander y Cía.’ que iba a construir unos talleres de laminación y forja en el pueblo inmediato de San Martín de Provensals estableciendo en ellos unos altos hornos de fundición.
El alto horno llegó a ponerse en marcha, pero el negocio no tuvo el éxito esperado: la calidad de los minerales dejaba mucho que desear, por lo que no era viable su explotación económica. Esto condujo al hundimiento de la iniciativa empresarial en 1862, a lo cual contribuyó también la reforma arancelaria de ese año, que rebajó los derechos de importación del hierro extranjero.
Fracasado el intento de introducirse en el negocio de fabricación de hierro, Font se retiró de la empresa y los hermanos Alexander continuaron como fabricantes de maquinaria, sector en el que sí alcanzarían un notable éxito. Durante los años de la aventura entre Font y Alexander, los talleres de la Barceloneta siguieron funcionando.
Exposición de las riquezas mineras de los valles del Ter y del Fresser delante de la Universidad en 1877 en la "Exposición Catalana", durante la visita de Alfonso XII a Barcelona.
Aunque en 1858 sufrieron un grave incendio, no tardaron en reanudar sus actividades, como se demostró en la Exposición Industrial y Artística celebrada en Barcelona en 1860. Participaron 490 fábricas y talleres catalanes, pero entre todos ellos destacaron “los tres colosos: Sociedad de Navegación e Industria (Nuevo Vulcano), Alexander Hermanos y La Maquinista”.
Se conserva un documento importante sobre su actividad como fabricante de máquinas de vapor: el Libro del molinero. Tratado práctico de la fabricación de harinas, publicado en Murcia en 1883 por el catalán Augusto Illa, que “consiste en una tipología de los vapores Alexander y, muy especialmente, en unas relaciones de los que se habían servido a la industria harinera española y al conjunto del País Valenciano”.
Según esta fuente desde su origen hasta 1882 la compañía Alexander Hermanos construyó un total de 1.006 vapores, distribuidos en ‘semifijos’ (máquinas de 5, 10 y 15 caballos de potencia, con caldera vertical de hogar interior y chimenea incorporadas, que ocupan poco espacio y no necesitan obras de instalación) y en ‘fijos’ (máquinas de 8, 10, 15, 25 y más caballos, con caldera independiente montada sobre obra, que las convierte en inmóviles). Las primeras son especialmente útiles para faenas intermitentes y de poca entidad, como la molinería a escala menor, la pequeña industria y, últimamente, los riegos agrícolas. Las segundas tienen aplicación en el trabajo regular, los talleres medianos y grandes y el sistema fabril.
En 1888 la empresa llevaba 1.350 máquinas de vapor construidas y en 1898 había superado la cifra de 1.500. Ya antes de que terminara el siglo XIX Alexander había fabricado casi el triple de máquinas de vapor que La Maquinista en toda su historia. Además, Alexander siguió funcionando hasta 1923, por lo que es de suponer que la cifra de 1.500 máquinas fue ampliamente superada.
Anuncio de la casa Alexander Hermanos en la revista "Industria e invenciones" del 27 de febrero de 1897.
Las dos primeras patentes de Alexander fueron solicitadas por los fundadores de la empresa –los hermanos Thomas y David- acogiéndose a la Ley de 1826: una en 1856 para “asegurar la propiedad para la construcción de toda clase de buques de hierro que hemos introducido de otro país para la navegación de mar o río” y otra en 1858 para “asegurar la propiedad para la construcción de las máquinas de vapor de dos cilindros y condensación (sistema Woolf), que hemos introducido de otro país para aplicarlas a la navegación”.
Por tratarse de inventos ajenos, ambas fueron solicitadas como privilegios de introducción, que proporcionaban una exclusividad de cinco años. La primera –la relativa a los buques de hierro- no sabemos si finalmente fue concedida, aunque, según se indica en el expediente, la tecnología la habían adoptado de hecho. La segunda –la máquina de vapor, que ya había sido introducida en el momento de solicitar la patente- fue concedida el 14 de abril de 1858, previo pago de los 3.000 reales correspondientes.
Aunque las dos patentes tienen relación con el sector naval, no sabemos si los Alexander llegaron a fabricar barcos, aunque es bastante probable que lo hicieran. Sí fueron importantes fabricantes de máquinas de vapor marinas, aunque con el tiempo parece que estuvieron más especializados en máquinas para la industria, que debieron de fabricar también desde sus orígenes, pues en 1856 los dos hermanos decían ser “residentes en Barcelona, Ingenieros mecánicos y Constructores de máquinas y calderas de vapor terrestres y marítimas”; y en 1858, “residentes en Barcelona, Ingenieros mecánicos, constructores de máquinas y calderas de vapor”.
Bomba de alta presión de Alexander Hermanos.
Hay constancia de que hacia 1856 “habían construido para Vicente Martínez y Pérez, de Sueca, el primero de una serie de molinos arroceros de vapor que tenían la particularidad de quemar la cáscara del arroz –un desecho- en vez de carbón”. De los 1.006 vapores construidos por Alexander antes de 1882, 54 se destinaron a la industria harinera española y 157, de todos los usos, a tierras valencianas.
Horno giratorio de cuarenta y nueve metros de longitud y dos metros y setenta centímetros de diámetro, para la fábrica de cementos "El León", situada en el pueblo de Matillas (La Alcarria) construido en 1915. Durante la Primera Guerra Mundial se notó la falta de competencia de los fabricantes extranjeros.
Las otras dos patentes de Alexander son bastante posteriores: fueron solicitadas en 1880 –estando en vigor, por tanto, la nueva Ley de patentes de 1878- por Guillermo Alexander y Easton, sucesor de los fundadores y propietario de la empresa, que continuó llamándose Alexander Hermanos.
Ambas patentes, que fueron concedidas por un periodo de 20 años, protegían inventos del propio Guillermo Alexander, que era ingeniero. La primera consistía en “un sistema de bombas para elevación de agua o cualquier otro líquido”, y la otra en “un aparato de expansión variable, movido directamente por el regulador, aplicable a cualquier sistema de máquinas de vapor”.
Molino de rodillos de 1915.
La Memoria descriptiva de la primera decía que el objeto de la patente era “una bomba
de doble efecto que se aplica especialmente a la elevación de aguas para riegos,
abastecimiento de poblaciones y otros usos”.
El marqués de Montortal fue uno de los artífices de la llamada “nueva agricultura”, y tuvo la iniciativa de solicitar en 1880 a Alexander Hermanos la construcción de pequeñas máquinas de vapor de 2 a 15 caballos para elevar agua desde pozos de unos 50 metros de profundidad para regar los campos de naranjos, el cultivo que enriqueció muchas zonas de Valencia. “Quince meses más tarde, el número de estos motores-bomba ya llegaba a 49: en un abrir y cerrar de ojos, los campos de la ribera del Júcar se cubrieron de chimeneas”.
La puesta en práctica de esta patente fue certificada en los talleres de la empresa por José Campderá y Parés, ingeniero industrial, el 7 de octubre de 1881, aunque la solicitud de este trámite se había realizado más de un año antes (el 25 de septiembre de 1880), lo cual indica que ya entonces se estaban produciendo las máquinas.
La patente estuvo en vigor hasta el 23 de noviembre de 1885, fecha en que caducó por falta de pago de la sexta anualidad. La empresa no debió de considerar rentable seguir pagando las cuotas anuales, que, según la ley de 1878, se iban incrementando cada año. El motivo lo ignoramos: quizá no tenían competidores en este producto o quizá no les compensara perseguir a los posibles imitadores.
En todo caso, parece que en los años siguientes continuaron produciendo estas bombas, que se convirtieron en una de las especialidades de la empresa, según indicaba un cartel anunciador de 1892. “Especialidad en la construcción de Máquinas y calderas de vapor, bombas para elevación de aguas, para riego y abastecimiento de poblaciones”.
Molino de mandíbulas de 1915.
La otra patente, en cambio, se mantuvo en vigor hasta 1900, es decir, durante los veinte años permitidos por la ley. Si tenemos en cuenta el elevado coste de una patente, con unos derechos monetarios que iban incrementándose de año en año, esto indica que la empresa tenía un gran interés en proteger legalmente este invento.
Ya era excepcional en aquella época que se llegara a acreditar la práctica de un invento, pero mucho más excepcional que una patente se mantuviera tanto tiempo en vigor: de las 852 patentes solicitadas en 1882, sólo 152 (el 17,8 por 100) acreditaron la práctica (es decir, el 82,2 por 100 caducaron antes del tercer año), y tan sólo una se mantuvo en vigor durante veinte años. Lo acaecido con las solicitadas en 1880 no debió de ser muy distinto.
Esto nos lleva a concluir que la calidad técnica y el valor económico de esta patente tuvieron que ser excepcionalmente elevados. Según detalla la Memoria, el invento consistía en “un mecanismo, que movido directamente por el regulador, acciona sobre la válvula de distribución en las máquinas de vapor, aumentando o disminuyendo automáticamente y según convenga a la fuerza que aquellas deban desarrollar, el grado de expansión con que el vapor trabaja en el interior del cilindro”.
No tenemos información directa sobre la difusión que tuvo este invento, aunque sí parece que la empresa lo aplicó de forma generalizada en la fabricación de sus máquinas de vapor, como destacaba el anuncio referido del año 1892, que explicaba, además, las ventajas del invento: El sistema de las máquinas construidas por esta casa es de expansión por medio de dos cilindros y condensación, o sea el más económico de combustible conocido hasta el día; además llevan la nueva válvula expansiva privilegiada, movida automáticamente por el regulador, lo que da a las máquinas una marcha uniforme é invariable, aun cuando se carguen o descarguen repentinamente los aparatos que mueven las mismas, y además produce una economía notable en el combustible que no baja del 12 por 100 con relación al antiguo sistema de regulador a papillón.
El cartel anunciador de la compañía de 1892, además de datos técnicos y de los tipos de productos fabricados, hacía referencia a los premios y honores recibidos por Alexander: “Medallas de oro en las Exposiciones Internacionales de París, años 1867 y 1878; Diploma de Honor de la Academia Nacional Agrícola y Manufacturera de Francia; varias Medallas y Diplomas en diferentes Exposiciones Nacionales y Extranjeras; únicos representantes en España de Lethullier y Pinel, para las válvulas automáticas de retención privilegiadas, flotantes, magnéticas y otras”.
Se trata de publicidad de la propia compañía, pero estos premios y honores son indicadores relativamente fiables de que fabricaba productos innovadores de calidad reconocida internacionalmente. Desde finales del siglo XIX, los motores de combustión interna empezaron a desplazar a las máquinas de vapor en muchas aplicaciones.
Convertidor de acero de 1915.
No sabemos si Alexander diversificó su producción, como hizo La Maquinista desde 1901, pero sí que mantuvo su actividad, aunque seguramente con dificultades. Probablemente por el efecto de las leyes de protección de la industria y por el creciente proteccionismo del mercado nacional, en 1911 una firma extranjera se interesó en la compra de Alexander. Pero “cerciorada de este extremo ‘La Maquinista’ y ante los propósitos de los presuntos compradores –que pensaban establecer un gran taller de maquinaria en los talleres de Alexander-, la Junta de Gobierno autorizó el 24 de noviembre a la Dirección para gestionar la compra de los citados locales con el fin de ampliar los talleres propios”.
Alexander exigió la cantidad de 850.697 pesetas, que MTM consideró excesiva. La Maquinista propuso comprar sólo el “terreno contiguo a las salas de montaje para dotarlas de mayor longitud, a lo que replicó la Casa Alexander que la venta debía ser global y que solamente admitiría una contraoferta con respecto al precio que había pedido por sus instalaciones, por lo que los tratos no siguieron adelante”. No tenemos noticia de que la firma extranjera comprara tampoco la casa Alexander.
Sin embargo, a principios de 1923, La Maquinista consiguió que aquélla le vendiera “los terrenos lindantes con sus talleres de la Barceloneta [...] facilitando la ampliación de algunas secciones”. Suponemos que estos terrenos fueron tan sólo la parte de la parcela que quisieron adquirir en 1911, aunque no podemos asegurarlo. No sabemos, por tanto, si Alexander siguió funcionando o no a partir de 1923, aunque esta venta indica que los negocios no debían de ir muy bien. El siglo XX no fue el siglo del vapor. Alexander había sido una empresa competitiva en ese sector durante el siglo XIX, pero quizá le faltó la flexibilidad para cambiar de negocio al iniciarse el XX.