Eran las 15.40 del 18 de junio pasado y un comando yihadista había irrumpido a tiros en Le Campement, un resort a 45 minutos de Bamako al que acudían los domingos a relajarse los miembros de EUTM Malí, la misión europea de instrucción de las Fuerzas Armadas malienses. El ataque dejó seis muertos, incluido un militar portugués. Cinco yihadistas fueron abatidos.
El comandante Franco, jefe del centro de operaciones de la UE en Malí, tenía una deformación profesional. Cada vez que llegaba a un sitio buscaba las vías de evacuación. Su manía podía resultar cargante: “¿Qué haríamos si atacaran?”, preguntaba al entrar al restaurante. “¡Cállate ya, nos vas a amargar la cena!”, protestaban sus amigos. Aquel día le salvó la vida. Y no solo a él.
Guiado por el militar español, el grupo huyó campo a través. “Había una mujer de apariencia nórdica con una niña de unos siete años y un bebé”, recuerda. “La niña estaba gritando y le indiqué que le tapase la boca, para que no nos descubrieran”. Había que alejarse y esconderse en la maleza.
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