miércoles, 3 de septiembre de 2025

Noviembre de 1934

Información aparecida en la revista Mundo Gráfico del 14 de noviembre de 1934.

El bautizo del hijo de un héroe

Se ha celebrado en Barcelona el bautizo del hijo póstumo del capitán de Estado Mayor don Gonzalo Suárez, muerto, como es sabido, en el cumplimiento de su deber durante la noche del 6 al 7 de Octubre. El acto bautismal tuvo una honda emoción: el infortunado militar no había llegado a conocer a su hijo recién nacido. Han apadrinado a éste el Cuerpo de Estado Mayor, representado por el teniente coronel don Manuel Martínez, a quien se ve en la fotografía teniendo al niño ante el obispo de Barcelona-. Y la señora del general Batet. (Fot. Torrents)

LAS JORNADAS TRÁGICAS DE OVIEDO

DESPUÉS DE VARIOS COMBATES REÑIDOS Y CRUENTOS, LAS BANDERAS DE LA LEGIÓN Y EL TABOR DE REGULARES LIMPIARON LA CIUDAD DE REVOLUCIONARIOS

Después de unos días de pelea dura y cruenta, los legionarios se entregan a la vida de guarnición en Oviedo. Estos soldados del Tercio se dedican a la confección del rancho.

La columna del general López Ochoa estaba embotellada en el cuartel Pelayo. — El perrito del teniente Isasi. — Los que estaban disfrazados de enfermeros y enfermeras rojas. — Cómo murió «la Libertaria».— El barrio de San Lázaro fue tomado por asalto y conquistado casa por casa. — Hay que rendirse sin condiciones, — La escoba de acero. 

Los jefes y oficiales del Tercio, reunidos junto a su bandera (Fots. Mendía)

LENÍN decía, hablando de las heces revolucionarias, compuestas de tipos feroces y crueles, que «esos elementos destructivos hacen falta en la revolución hasta el triunfo; pero después hay que fusilarlos».

En Oviedo —en los nueve días de «gobierno» marxista— hubo, durante el fugaz predominio del primer Comité revolucionario, actos de respeto a la población civil, y los hombres que lucharon contra la fuerza pública, no cometieron vilezas ni infamias contra las mujeres y los niños. Pero estos hombres fueron destituidos por «ineptos» y suplantados por unos «camaradas» cuya filiación había que buscarla en las últimas zonas zoológicas.

Nosotros queremos dar a los lectores de MUNDO GRÁFICO una referencia aproximada y verídica —hasta donde es posible averiguar aquí la verdad— de la catástrofe de Oviedo.

Ahora, pasados los días de agonía, van surgiendo muchos «héroes de colchón», que alargan sus cabezas, que erizó el miedo, en un afán de destaque, buscando los primeros planos de las fotografías y de las hojas periodísticas. También los sectarismos políticos hurgan en los escombros humeantes y en los montones de cadáveres: unos, para taparlos y encubrirlos, y otros, para aumentar esta procesión de espectros para aniquilar a los adversarios. Pero en este terrible «drama de la dinamita» de que ha sido víctima una gran ciudad española, no debe predominar el embuste. El dolor colectivo de Oviedo merece el respeto de todos, y hasta se debe transigir con la «mala literatura catastrófica» a que ha dado lugar esta hecatombe si el que la escribe es un hombre de buena fe.

El teniente coronel don Juan Yagüe Blanco, jefe de la columna compuesta del Tercio y Regulares, que limpió de revolucionarios Oviedo. Cuando entraron estas fuerzas, la ciudad estaba en poder de los rebeldes, y la columna de López Ochoa, «embotellada» en el cuartel de Infantería de Pelayo.

En Oviedo hay muchísimas tragedias personales: cientos de mujeres que han perdido a sus maridos, hijos que han perdido a sus padres y hermanos que han perdido a sus hermanos; comerciantes arruinados, industriales que ayer tenían negocios prósperos y hoy no tienen donde apoyar sus cabezas; hogares donde entró la tolvanera revolucionaria y se llevó a las personas y los ajuares, dejando a sus dueños en la indigencia; hombres y mujeres que no han podido soportar esta pesadilla y se han vuelto locos, y niños —¡pobres niños!— que miran hoy todavía a las gentes con ojos de espanto, como si acabaran de salir del infierno...

EN LAS CALLES NO HABÍA MÁS QUE REVOLUCIONARIOS

Esta mañana hemos ido al Hospital donde están la quinta y sexta Bandera de la Legión y el tercer Tabor de Regulares de Ceuta, al mando del teniente coronel don Juan Yagüe Blanco, jefe que reúne las viejas cualidades del soldado español: valentía personal, gentileza y un aire campechano y simpático de grata camaradería. Estas fuerzas, al entrar en Oviedo, libertaron a la ciudad de las garras de los revolucionarios.

En la explanada donde acampan las tropas hay un gran ajetreo. El sol —en el comienzo del día— ha empujado al rebaño de negras nubes sobre el monte Naranco. Los legionarios limpian sus fusiles y correajes, charlan en grupos o llevan de un lado para otro los recados de sus jefes. Una compañía hace ejercicios militares, y el sol mañanero saca haces de chispas de las bruñidas bayonetas. En un rincón, un moro afeita la cabeza de otro, dejándola como patata pelada. Sentados en el suelo, un grupo de rifeños —entre los que asoma uno su jeta negra y brillante, como restregada con tocino— toma su té con hierbabuena. Un perrito anda de acá para allá, con el morrito por el suelo y las orejas lacias y caídas.

— ¿Está enfermo?

— N o — me responde un oficial—. El animalito tiene ese aire de tristeza y de abandono desde que murió su amo, el teniente Isasi, al que mataron los revolucionarios al entrar con las tropas en Oviedo. Todo el día está así.

Este moro de los Regulares sostiene en sus brazos al perrito del teniente don Josi Isasi, muerto por los revolucionarios en el asalto, que llevaron a cabo tropas del Tercio y Regulares, del barrio de San Lázaro.

Los moros de Regulares se entregan a la tarea de corcusir y remendar sus ropas, rotas en los días de lucha. A la derecha: los oficiales del tercio Tabor de Regulares de Ceuta acampados en Oviedo. (Fots. Mendía)

— ¿Estarán ustedes fatigados?

— Pchs —me respondió con displicencia—. Una fatiga se quita con otra, y dos fatigas son para nosotros el descanso.

— ¿Cuándo entró la columna en Oviedo y en qué sitio encontró mayor resistencia?

— El día 11 salió la columna de Gijón, a las seis y media de la mañana. Vivaqueamos en Lugones. y al día siguiente ocupamos el Manicomio, para lanzarnos desde allí a ponernos en contacto con las fuerzas de Oviedo y con la columna de López Ochoa.

— ¿Qué fuerzas constituían la columna?

— La quinta y sexta Banderas de la Legión y el tercer Tabor de Regulares de Ceuta.

Los legionarios han tenido ciento diez bajas. Se nos hizo por parte de los rebeldes una fuerte resistencia. Tomamos la fábrica de armas, y en el asalto de este edificio murió el comandante de Regulares don Apolo Ruiz.

LOS REBELDES TENÍAN DIEZ O DOCE CAMIONES DE DINAMITA

Desde la fábrica de armas fuimos a establecer contacto con la Diputación y el Ayuntamiento. Se nos hacía fuego de todas partes, pero no se veía a nadie. Conseguidos nuestros objetivos; el día 12 nos replegamos al cuartel de la Guardia civil, donde pasamos la noche.

Las tropas del Tercio desfilando por las calles de Oviedo (Fot. Mendía)

El día 13 fue el más fuerte. Recibimos orden de emprender la marcha a las ocho de la mañana para ocupar la cárcel, la estación del Norte y el Hospital Provincial. Esto por un lado. Por otro lado—, las fuerzas se habían dividido en dos columnas— la otra se dirigió a la fábrica de cerillas. Se ocupó la cárcel con poca resistencia, y al iniciar el avance hacia la estación empezó una resistencia tenaz y porfiada, por estar la estación y los almacenes inmediatos defendidos por importantes núcleos revolucionarios, que tenían ametralladoras y cañones, y estaban protegidos por parapetos. El fuego fue muy intenso durante hora y cuarto, y el avance se hacía dificilísimo. Nuestras tropas se lanzaron al asalto de las posiciones enemigas, y los hicimos huir desperdigados, cogiéndoles muchos prisioneros. Dejaron también en poder de los Legionarios y Regulares bastantes muertos y numero armamento y explosivos. Los rebeldes tenían diez o doce camiones llenos de dinamita.

Inmediatamente ocuparon nuestras fuerzas San Pedro de los Arcos y alturas y casas inmediatas, donde les hicimos numerosas bajas. Pero era necesario tomar el Hospital, y sin perder momento —a las cuatro y treinta de la tarde—, después de muchas horas de lucha, iniciamos el avance sobre el Hospital, entrando ya en Oviedo, después de este durísimo castigo infligido a los revolucionarios, sin disparar un solo tiro.

En el Hospital Provincial había trescientos setenta y dos heridos de los revolucionarios, y apresamos a muchos revoltosos que se habían disfrazado de enfermeras y enfermeros rojos.

La sexta Bandera del Tercio mató ese día a la Libertaria, que avanzó disparando sobre la fuerza y gritando; «¡Viva el comunismo libertario!» Vestía de encarnado. A una hermana de la Libertaria la cogimos en el Hospital.

«EL BARRIO DE BRONCE» HACE UNA RESISTENCIA EXTRAORDINARIA. —SE TOMA POR ASALTO CASA POR CASA

La columna compuesta por la quinta Bandera de la Legión, que fue por el otro lado, avanzó por el barrio de San Lázaro, donde la resistencia de los rebeldes fue enorme. Se hacía fuego desde todos los sitios, y los legionarios marchaban bajo una cortina de metralla. Cada casa, cada tejado, cada portal, esquinazo o declive de las calles, era un parapeto o trinchera de los revolucionarios. Este barrio es «el barrio de bronce», donde se cobijaba lo más peligroso de la ciudad, desde el maleante a la muchacha de la vida llana. Los Legionarios y fuerzas de Regulares se lanzaron con un empuje magnífico a tomar por asalto casa por casa. El teniente de Regulares de Ceuta don José Isasi. muerto; el teniente don Eusebio Pinillo. grave; el teniente don Francisco Gassol, herido de alguna gravedad, y el teniente don Antonio Topete, leve.

El día 14 reconocemos y ocupamos el Parque Bombé, la Diputación, los alrededores del Hospital y hasta cerca del cementerio. La quinta bandera continúa su reconocimiento por el barrio de San Lázaro, con escasa resistencia.

El día 15 se hace un reconocimiento por la Plaza de Toros y se ocupa el barrio de San Lázaro, que nos hostiliza con alguna intensidad.

Este barrio obrero queda limpio de enemigos después de una fuerte lucha. El 16 ocupamos con la columna el cementerio nuevo y el pueblo de San Esteban de la Cruz. Se registran todas las casas entre el cementerio y Oviedo, dejándolas sin enemigos.

A partir de esa fecha no volvemos a tener más bajas.

LOS REBELDES NO QUIEREN RENDIRSE SIN CONDICIONES

— Y ahora —añade— nos tenemos que desplazar. El 17 recibimos orden de ocupar Trubia. Avanzamos con la columna, y a las cuatro de la tarde ocupamos todas las alturas que domina la población y la fábrica. Se presenta un emisario del Comité de Trubia al jefe de las fuerzas a preguntarle «en qué condiciones podrían rendirse.»

— Sin condiciones —responde el jefe—. no admito condiciones de ninguna clase.

Y les da veinte minutos de plazo para rendirse. En vista de que el emisario no vuelve, avanzan los Regulares, entonando su himno de guerra, a ocupar los puntos estratégicos que dominan las posiciones del enemigo, desde las que se nos ha hecho fuego de cañón y ametralladora. A las nueve de la noche el Tabor de Regulares ocupa por sorpresa la fábrica de Trubia, entrando al día siguiente el resto de la columna. Ahí fue donde libertamos al señor Pedregal y a los jefes de la fábrica que estaban prisioneros de los revolucionarios.

El día 19 parte de la columna se dirige a Mieres, y el resto, a Sama de Langreo, ocupando esta población sin resistencia, recogiendo 2.200 fusiles, diez y seis fusiles ametralladoras, doce ametralladoras y un cañón, libertando a los prisioneros, entre ellos a varios guardias civiles y a un teniente.

Y como el oficial empleaba en su relato con frecuencia las palabras «limpiamos de enemigos» yo pongo como remate de su charla unas frases:

— El Tercio y los Regulares han sido en esta lucha contra los revolucionarios la escoba de acero.

JULIO ROMANO, Oviedo, Octubre de 1934.

El Ejército se parte en Asturias LNE, 19 de mayo de 2009

El enfrentamiento entre Juan Yagüe Blanco y Eduardo López Ochoa durante la Revolución de 1934 fue el mayor símbolo de la división de las Fuerzas Armadas, camino de la Guerra Civil

Además de escenario de una revolución -del 5 al 19 de octubre de 1934-, Asturias será en los últimos meses de ese año un tablero de celadas y jaques entre políticos de la República y también entre oficiales de un Ejército ya tan dividido que 21 meses después será el caldo idóneo de cultivo para la sublevación del 18 de julio de 1936.

El mayor símbolo del Ejército dividido fue el enfrentamiento entre el general Eduardo López Ochoa y el teniente coronel Juan Yagüe Blanco, y, concretamente, el proceso al que el primero sometió al segundo por unas supuestas declaraciones a la prensa. Pero, en realidad, había mucho más fondo en aquel procedimiento judicial que el de unos simples recortes de prensa. Según el archivo de Juan Yagüe, consultado recientemente en Burgos por la LA NUEVA ESPAÑA, lo que Ochoa pretendía era desplazar a Franco del liderazgo que había adquirido en el Ejército tras aplacar desde Madrid la revolución asturiana, como jefe de operaciones y asesor del ministro.

En síntesis, el tablero militar en torno a octubre de 1934 consistía en que el titular de la cartera de Guerra, Diego Hidalgo, notario, tenía como jefe del estado Mayor Central al general Masquelet, un hombre de Azaña del que la CEDA y su líder, Gil-Robles, desconfiaban totalmente. La CEDA también desconfía del general Batet, encargado de aplacar la huelga de Barcelona en el mismo mes de octubre; y de López Ochoa, convencido republicano y masón. Gil-Robles propicia que Masquelet sea esquinado y que Franco se instale en el gabinete telegráfico del Ministerio, donde dictaba las órdenes para Asturias que el Ministro asumía inmediatamente. Franco reprocha a Batet su lentitud en Barcelona, y de Ochoa opinará que marcha muy lento sobre Asturias, y con demasiadas paradas.

Con todo, hubo palmadas en la espalda. Cuando, derrotada la revolución, el 24 de octubre visita Oviedo el ministro de la Guerra, Franco le acompaña y abraza calurosa y públicamente a López Ochoa, aun sabiendo que Yagüe le había encañonado unos días antes por blando y por pactar con el líder socialista, Belarmino Tomás, la rendición de las cuencas mineras. Aquel abrazo ocultaba, sin embargo, una creciente hostilidad que se desencadena abiertamente el 9 de noviembre, según se recoge en un documento del citado archivo burgalés. Ese día narra Yagüe cómo «en Madrid me llama a su casa López Ochoa y me dice que había perdido yo en su concepto porque se estaba desencadenando una campaña en la prensa y en las Cortes para restarle a él gloria». El general se lamenta, por ejemplo, de que «hasta el ministro de la Guerra había hablado en el Congreso, al mismo tiempo que de él, de Franco y de mí». En consecuencia, Ochoa le pide a Yagüe que transmita al general Franco que «su situación y actuación colocaba en una posición delicada a Masquelet y podía dar lugar esto a partidismos perjudiciales». Así pues, Franco «tenía que convencer al Ministro de que le destine a Barcelona». Yagüe transmite el mensaje a Franco y retorna con una negativa total a las pretensiones de Ochoa, quien «apenas sin dejarme terminar, me dijo violenta y textualmente: "¿Con que no quiere ir el general Franco a Cataluña?, pues aténgase usted a las consecuencias; desde este momento empiezo a actuar"».

En efecto, el día 16 de noviembre, Ochoa retira a Yagüe del mando de su columna en Asturias y le ordena «que fuera a Gijón y me constituyera arrestado a disposición del general Rogelio Caridad, que instruiría diligencias previas para ver mi responsabilidad por un articulo publicado por "Mundo Gráfico"». En dicho artículo, del periodista Julio Romano, publicado el 14 de noviembre, se atribuye a Yagüe la frase: «La columna del general López Ochoa estaba embotellada en el Cuartel Pelayo», lo cual venía a ser insinuación de la torpeza militar que el teniente coronel atribuía a su superior.

Pero a la instrucción del proceso Ochoa le pedía más: «Las operaciones que realizó en su marcha de Gijón a Oviedo, y que se exigiera amplias explicaciones sobre fechas, horas y puntos exactos y otros pormenores». Y más: si hubo «conversaciones y comentarios entre jefes oficiales del Ejército» contra López Ochoa. Examinado todo ello por los instructores militares, determinan «el archivo de estas diligencias sin declaración de responsabilidades». Era el 6 de diciembre de 1934, pero el proceso iba a traer cola durante los meses siguientes. Y la división del Ejército, ya irreparable, se precipitaría hacia julio de 1936.

GONZÁLEZ Y RODRÍGUEZ DE LA PEÑA, Hipólito, Julio Romano, Granada, 1886 – ¿Madrid?, 1952. Escritor, historiador, periodista y crítico.

Dedicó su vida profesional al periodismo, trabajando casi siempre en Madrid, primero como redactor de Radical, entre 1914 y 1916; La Tribuna, entre 1916 y 1917, y La Nación, entre 1917 y 1919; y más tarde como redactor jefe del diario El Día, entre 1920 y 1921. Ese año, sin embargo, se trasladó a Barcelona, tras ser nombrado allí director de El Día Gráfico, a cuyo frente permanecería apenas dos años, para regresar de nuevo a la capital del Estado. En esta su segunda etapa madrileña, ejerció como crítico literario del periódico El Heraldo y colaboró asiduamente en las revistas La Esfera, Nuevo Mundo y Mundo Gráfico, entre 1925 y 1936, así como, una vez finalizada la guerra civil, en la redacción del diario Madrid, entre 1939 y 1943. De sus muchos trabajos periodísticos, en su fructífera trayectoria profesional destacan dos amplios reportajes de investigación realizados en colaboración con José Montero Alonso y publicados luego en forma de sendos libros: El incendio de los conventos, dos días de sangre y fuego: crónica de la revolución (1931) y Casas Viejas (1933).

En cuanto a su obra de creación literaria, fue un autor de gran éxito en su tiempo, sobre todo en su faceta narrativa, llegando a publicar en editoriales de renombre como Renacimiento o Espasa-Calpe, entre otras. Dio a la imprenta novelas de corte realista como Zarpazos (1930), La casa del padre (1940) y La luz en las tinieblas (1940), aunque también otras de carácter costumbrista, como El hombre de tierra (1935), que está ambientada en la comarca de la Alpujarra, además del volumen de cuentos El árbol del amor (1940). Escribió asimismo piezas teatrales, entre las que destacan las comedias Bajo la zarpa y El corazón del león, el sainete El palomo ladrón y los entremeses Los días cortos y Rosariyo. Además, en la colección “Vidas Españolas e Hispanoamericanas del siglo XIX”, de la editorial Espasa-Calpe, publicó la biografía Weyler, el hombre de hierro (1934). Por último, como crítico, fue también autor de ensayos sobre Pedro Antonio de Alarcón (El novelista romántico), Fernán Caballero, Núñez de Arce, Campoamor y otros literatos de su tiempo.

OBRAS DE ~: Zarpazos, Madrid, Renacimiento, 1930; El hombre de tierra, Madrid, Espasa-Calpe, 1935; La casa del padre, Madrid, Espasa-Calpe, 1940; El árbol del amor, Madrid, B. Bureba, 1940; La luz en las tinieblas, Madrid, Espasa-Calpe, 1940.

BIBL.: CASTRO, Eduardo: “Hipólito González (Julio Romano)”, Enciclopedia General de Andalucía, tomo 9, p. 3.991; CORREA RAMÓN, Amelina, Literatura en Granada (1898-1998), Vol. I: Narrativa y literatura personal, Granada, Diputación de Granada, 1999, p. 517-18; ORTEGA, José y MORAL, Celia del, Diccionario de escritores granadinos (siglos VIII-XX), Granada, Universidad de Granada/Diputación de Granada, 1991, pp. 87-8. 

El Socialista, 3 de octubre de 1934, Num. 8,007

Atención a la crisis: Vigilad el día de hoy, camaradas

No podemos ocultar nuestros temores: desconocemos lo que hará Lerroux con el encargó recibido, pero nos es suficiente suponer que intentará la formación de un Gobierno mayoritario, en el que Gil Robles esté fuertemente representado, para que, encarándonos con la clase trabajadora, digamos: Camaradas, en guardia. Volvemos a insistir en que no sabemos qué hará Lerroux, pero sospechamos que Lerroux se dispondrá a hacer, por todos los medios a su alcance, lo que mejor acomoda a los reaccionarios españoles: abrirles el acceso al Poder, colocarlos en condiciones de ventaja para aplastar a las organizaciones obreras y a los partidos revolucionarios. 

Es suficiente la sospecha para que nos consideremos obligados a exigir de todos los obreros españoles una vigilancia permanente. Está en litigio la victoria de mañana.

Cuando en algún momento hemos hablado de la conveniencia de cerrar el paso de la Ceda al Gobierno, no hablábamos a humo de pajas. Si los republicanos oficiales son tan romos que no se les alcanza el peligro que ello supone, no sólo para la clase trabajadora, sino también para el régimen, habrán de disculparnos que no los acompañemos en su extravío. La recusación que ellos no consideran prudente establecer, la formulamos nosotros. De aquí nuestra apelación a todos los trabajadores: ¡En guardia!

¡Atención a la crisis! Luego pudiera ser tarde. No sabemos, ni queremos saber, si el encargo brindado a Lerroux es, como, se barrunta, formulario; es suficiente considerar que puede llevar adelante sus gestiones para, que nos consideremos obligados a vivir precavidos. Los acontecimientos no pueden sorprendernos. Si nos sorprendieran, el remedio contra semejante torpeza no lo hallaríamos en parte ninguna.

Cuidado, pues. Cada minuto del día de hoy puede y debe ser registrado minuciosamente. El peligro esconde su bulto y sólo la vigilancia de muchos ojos nos garantiza contra toda sorpresa. Gil Robles nos tiene enfrente y de cara. Llamamos en nuestra, ayuda, para que refuercen nuestra actitud, a todos los republicanos españoles que no han sucumbido a la epidemia de inmoralidad. Seguramente que esos republicanos, a semejanza nuestra, alcanzan a comprender el daño inmenso que padecería el país y el régimen si por inhibición consintiésemos que el Poder fuese a las manos de la Ceda. La visión de une España gobernada por Gil Robles es lo bastante siniestra como para que nos prometamos no hacer, bajo ningún pretexto, renuncia a la recusación formulada. Tenemos la evidencia de que, a estas horas, esa actitud la hacen suya todos los trabajadores y dos regiones españolas: Cataluña y las Vascongadas. Para éstas y para aquéllos, la exaltación de la Ceda al Gobierno es seguridad de catástrofes irreparables. Razonable es que pongan pies en pared y no pacten, indiferentes o torpes, su derrota.

Sobre la conferencia de Lerroux con Gil Robles —promesa de nuevos paisajes eufóricos: fango, sangre y lágrimas— vertemos nosotros, frías de la noche, este puñado de palabras serenamente calculadas, convocando a vigilancia a todos los trabajadores españoles. Aquéllos juzgarán de su valer y de su importancia. Ellos sabrán hasta qué punto se consideran con ánimos para desafiar la voluntad popular, la indignación nacional. Hemos llegado al límite de los retrocesos. Se nos ha embromado bastante a los españoles para que nos mostremos propicios a transigir con una amenaza sangrienta. La consigna es particularmente severa: ni un paso atrás; adelante, los que se quieran. ¿Cuántos pasos atrás representaría en España el acceso de la Ceda al Poder? ¿Se piensa en la suerte que correrían los campesinos españoles? ¿Se os alcanza a lo que quedarían reducidos los núcleos proletarios de las ciudades? Y vosotros mismos, republicanos incontaminados, ¿habéis, pensado, en vuestro mañana? Pensando en nosotros, pero sin dejar de pensar en vosotros y, por vosotros, nuestra apelación a loe trabajadores, a España, es concreta e imperiosa: ¡En guardia!

El Socialista, 4 de octubre de 1934, Num. 8,008

Un importante artículo de "El Pueblo" de Valencia 

"Frente a un período de opresión y de vergüenza —dice el diario autonomista— no queda otro camino que el estallido revolucionario" 

Se opone resueltamente a la participación de la Ceda en el Poder

El diario valenciano «El Pueblo», órgano de los autonomistas de aquella provincia, y que inspira políticamente el ex presidente del Consejo señor Samper, ha publicado un interesante artículo sobre el planteamiento de la crisis, en el que se pronuncia resueltamente contra la participación de la Ceda en el Gobierno que trata de Constituir el seise Lerroux. 

En el citado articulo se dice, entre otras cosas, lo siguiente: 

«El Gobierno Samper, querían que fuese un Gobierno de peleles, algo así como un teatro "guignol", cuyas figuras se moviesen y actuasen a merced de la voluntad de Gil Robles, que sin exponer nada, sin responsabilidad alguna en la actuación y en el fracaso, pudiere, imprimir su directriz a la política española. 

La mayor gloria del Gabinete de don Ricardo Samper ha sido salir del banco azul per combatirle Gil Robles, por no querer actuar en términos de dependencia y de humillación, como se pretendía de él. 

Van cumpliéndose los augurios y las afirmaciones que hacíamos en estas columnas: ni dependencias, ni mandatos, ni órdenes que no fueran ni sean eminentemente republicanos. 

El Gobierno del señor Samper ha dimitido porque no ha querido ni consentido que el problema catalán se resolviese con actos de fuerza, con decisiones extremas. 

Don Ricardo Samper, como hombre de gobierno consciente de su deber y de su responsabilidad, no ha querido emprender los derroteros insensatos de someter a Cataluña a trallazos, como desea la Ceda, que quiere ahora explotar las antipatías despertadas contra Cataluña en toda España y provocar en ella la guerra civil. 

Esto no lo puede hacer ningún gobernante reflexivo. 

Estamos en estos momentos en los más graves para España, porque en esta crisis se dibujan con recios trazos egoísmos y ambiciones. 

Las ansias del Poder ciegan tanto, que el mismo Gil Robles, del que se decía que era elemento sereno y ecuánime, ha perdido los estribos, y, cegado por los resplandores del mando, ya lo pide, ya lo quiere, ya lo reclama para sí y para los suyos. 

No ha habido recato. La maniobra ha sido tan meditada como burda. Gil Robles, atacando al Gobierno porque ni calza botas de montar ni ciñe charrasco ni se aplica las espuelas, ni arremete contra Cataluña; Melquiades Álvarez y los agrarios, enmudecidos ante los requerimientos del señor Samper, no defienden a sus ministros, los señores Cid y Villalobos, que abandonan el banco azul indignados y doloridos de la situación en que los suyos les dejan. 

La impresión ha sido la de una ambición desbocada, la de un deseo loco de gobernar, la aspiración de mando que lleva a los hombres de las derechas a una empresa de aventuras y de seguras catástrofes. 

Por fortuna, en las altas esferas impera la serenidad, y no creemos que se entre por el camino de las aventuras. 

Estamos en el crítico momento, y si toda la tramoya urdida por Gil Robles llevase el agua por los caminos derechistas, bien pronto los arroyuelos serían torrentes, y su marcha, ¿quién podría detenerla? 

Si los deseos de Gil Robles prosperasen, ¡pobre España! No es posible la vuelta a un pasado criminal y horrendo, con el carlismo en el monte; pero sí que estaríamos camino del predominio del jesuita, del reinado del fraile, del imperio de la aristocracia y de las luchas religiosas, que tan necesarias les son a los derechistas, y que volverían a ensangrentar a España. 

Bien pronto vamos a saber si frente a un anhelo de democracia y libertad y a una era de respeto sucede una política sectarista, cerril y montaraz, que nos lleve a todos los hombres de corazón a la defensa de los ideales en el terreno y en el momento y en la forma en que se nos provoque. 

Frente a un período de opresión, de vergüenza, no queda otro camino que el estallido revolucionario. 

Si las derechas de Gil Robles no son comprensivas, los caminos legales desaparecen.»

El Socialista, 18 de diciembre de 1935, Num. 8,009

AL REAPARECER 

SALUDO A VIEJOS AMIGOS

Reaparece hoy EL SOCIALISTA al cabo de catorce meses, bien corridos, de suspensión gubernativa. Podemos ostentar un privilegio que nadie nos disputará, y que hemos de agradecer a la significación de nuestro título: el de haber sufrido un castigo que no tiene precedente comparable en la historia de la Prensa española. Ciertamente, no se es socialista de balde, vieja verdad que ha tenido, en el curso de esos catorce meses, confirmación rotunda, y esperamos —aviso al contento de nuestros amigos— que la tendrá también en lo sucesivo. Si se ahogó nuestra voz en horas de tragedia, no lo son de bonanza las que vivimos cuando vuelve a escucharse. A escucharse..., los camaradas y lectores cordiales que se acerquen a nuestras páginas pondrán en ellas lo que nuestras plumas no podrían poner. Una vez más nos acogemos a esa colaboración antigua determinada por la sordina de la censura. En fin de cuentas, la experiencia nos ha dado ya cierto estoicismo que nos permite salir indemnes de todos los temporales. Y a veces, como ocurre ahora —a pesar de todo— fortalecidos. Las heridas externas suponen poco cuando el ánimo no sufre quebranto. 

No nos ceñimos corona de martirio. Perderíamos en ello demasiado tiempo, y acaso un poco de dignidad. Los que escribimos EL SOCIALISTA hemos estado —y era justo, para no ser menos que quienes lo leían— en la cárcel. De ese modo, por añadidura, resultaba más completa la muerte transitoria —que algunos quisieron definitiva— de nuestro diario. Para ello se han puesto todos los medios: la ineficacia absoluta de las gestiones realizadas para conseguir que EL SOCIALISTA reapareciera antes de ahora, lo comprueba. No se rechazaban absolutamente nuestras peticiones. Lo que se hacía era algo peor: aparentar interés por ellas, y luego, al tiempo de resolver, impugnarlas. En ese inútil forcejeo han pasado los meses. Sin elementos de juicio suficientes para individualizar la responsabilidad del atropello, forzoso es que lo repartamos a partes iguales entre todos los ministros que han pasado por el banco azul desde octubre de 1934 hasta hoy. Citemos, sin embargo, porque lo merece, el caso especialísimo del señor Lerroux, que gusta presumir —por presumir de todo—, de periodista, y que, sin duda, por sus méritos corno tal, ha sido durante mucho tiempo presidente de la Asociación de la Prensa, Presidente de la Asociación de la Prensa y del Consejo de ministros, a la vez, venía siendo el señor Lerroux cuando se pidió reiteradamente la reaparición de EL SOCIALISTA. Dos títulos bastantes para esperar que la petición fuese atendida..., si no se hubiera tratado del señor Lerroux. Lerroux necesitaba proceder en esto, corno en todo, con torpe deslealtad. No por nosotros —que no queremos nada de él, ni aun el respeto—, sino por lo que él dice ser. 

Y es un extraño modo de ser periodista y presidir la Asociación de la Prensa el de complacerse en la persecución de periódicos y haber opuesto la negativa más obstinada, en el Consejo de ministros, a la publicación de EL SOCIALISTA. Es verdad que Lerroux tenía con nosotros viejas cuentas. Habíamos calado demasiado en su lamentable contextura moral. Habíamos clavado muchos alfileres en su vanidad de tonto fanfarrón. En nuestras páginas habían salido a relucir sobradas muestras del método administrativo que Lerroux y su guardia suelen aplicar a los negocios públicos... Fuimos nosotros —y lo pagarnos caro— los descubridores del divertido juego del estraperlo». Comprendemos que Lerroux no sintiera ningún entusiasmo por nuestra salida. Con censura y todo, había demasiados «straperlos» aún por descubrir. Los que en los meses anteriores a octubre de 1934 —incluso muchos periódicos— nos llamaban difamadores pueden recoger ahora sus invectivas. Humildemente esperamos que nos hagan la merced de una rectificación. 

Fuera de eso —lo de llamarnos calumniadores entonces—, poco es lo que tenemos que agradecer a la prensa, quede consignado nuestro reconocimiento para los periódicos —contadísimos— que han protestado de nuestra suspensión. Otros, los más, se alegraron de ella e hicieron lo posible por prolongarla. En general, se nos ha dejado en un espléndido abandono. Ni siquiera encontramos apoyo cuando intentamos publicar otro diario —«Adelante»— y se nos prohibió, por un simple volante policíaco, cuando el primer número estaba a punto de entrar en máquina. ¡Bello principio el de la solidaridad! Sólo que para nosotros no rige, o rige tan poco, que con unas cuantas súplicas vergonzantes formuladas por la Asociación de la Prensa a quien figuraba como su presidente, se ha cumplido, al parecer, con él. Mas no quebremos nuestro propósito de ser parcos en la queja. Ahí queda conclusa nuestra explicación, que es a la vez un saludo a los viejos amigos y camaradas. Aquí estamos ya. Y ninguna presentación mejor que ésta: aquellos que fuimos somos. Si acaso, un fondo de amargura en el corazón por el recuerdo de los ausentes. Y nada más...

¡ATENCION!

Se ha puesto a la venta el interesante folleto de Marcel Koch EL EJERCITO ROJO. Aparte del texto, 15 interesantes fotografías. Precio del ejemplar, 0,30 pesetas. 

Nueva edición del popular libro de N. Bujarin EL PROGRAMA DE LOS BOLCHEVIQUES. 136 páginas, 1,25 pesetas ejemplar. 

Los pedidos, acompañados de su importe, o contra reembolso, EDICIONES Y PUBLICACIONES. Apartado 3.058, MADRID. En pedidos de más de cuatro ejemplares descuento del 30 por 100. 

PUBLICACIONES INTERESANTES

Zugazagoitia. — Rusia al día 

Zugazagoitia. — El asalto 

(Las huelgas generales de 1890 y 1903 sacudieron las hasta entonces relativamente tranquilas relaciones de clase en Euskadi. Esta novela retrata ese periodo clave en la historia del socialismo vasco. Para ello, Julián Zugazagoitia combina personajes históricos con otros ficticios, una característica distintiva de su obra que alcanza aquí una de sus expresiones más logradas. Los conflictos y dramas personales se entrelazan con un contexto histórico de gran tensión social, marcado por el primer gran «asalto» al sistema burgués de la época, liderado por las primeras generaciones de socialistas vascos. Integrada en su trilogía sobre la huelga y la vida obrera, esta novela constituye un buen ejemplo de la narrativa social del siglo XX, de la que Zugazagoitia fue pionero.)

Zugazagoitia. — Pablo Iglesias (biografía) 

Lenin. — El Estado y la revolución proletaria 

Lenin. — El imperialismo, etapa Superior del capitalismo 

Lenin. — EI extremismo, enfermedad infantil del comunismo 

Losovski. — Marx y los Sindicatos 

Bujarin. — E1 programa de los bolcheviques 

Prieto (l.). — Dentro y fuera del Gobierno 

Prieto (I.). — Posiciones socialistas 

Engels (F.). — El origen de la familia, propiedad y Estado. 

Baraibar (C.). — Las falsas posiciones socialistas de Prieto 

La Voz de Cantabria, 21 de junio de 1935

CRONICA DE ACTUALIDAD 

RELIEVES DEL DI A 

«DABA EL ARRIERO A SANCHO... » 

La aparición en Madrid de la nueva publicación socialista «Democracia» ha sometido a la crítica pública la profunda divergencia que existe en el partido socialista en cuyo seno luchan por la preponderancia determinados criterios. 

«Democracia», revista fundada por Andrés Saborit, y tribuna, por tanto, de Besteiro, publica un articulo de éste rebatiendo el que en la también publicación socialista «Leviatan» alumbró Araquistaín censurando el discurso que aquél hubo de pronunciar con ocasión de su ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas. 

Por otra parte, se habla ya de la próxima aparición de otro semanario de la misma ideología, que, bajo el título de «Claridad», defenderá las orientaciones políticas y sociales de Largo Caballero, y se anuncia la publicación de un libro de Carlos Baraibar, titulado «Las falsas posiciones socialistas de Indalecio prieto», refutación de los artículos que contra las juventudes proletarias publicó el sin par don Inda en «La Libertad». 

Las divergencias, pues, no pueden ser más púbVicament e claras. Besteiro contra Araquistaín , Baraibar contra Prieto, Largo Caballero contra éste y contra Besteiro. Como en el pasaje del inmortal Don Quijote, habrá que decir aquello de «el gato al rato, el rato a la cuerda, la cuerda al palo. Daba el arriero a Sancho, Sancho a la moza, la moza a él, el ventero a la moza y todos menudeaban con tanta priesa que no se daban punto de reposo; y fue lo bueno que al ventero se le apagó el candil, y como quedaron a oscuras, dábanse tan sin compasión todos a bulto, que a doquiera que ponían la mano no dejaban cosa sana.»  

Poncela. — El Partido Socialistay la conquista del Poder 

Gascón (A.). — Por hoy y por mañana 

Largo Caballero. — Discursos a los trabajadores 

Strachey. — La lucha por el poder. ¿Marxismo o fascismo? 

Strachey, — La amenaza del fascismo 

Volney. — Artículos marxistas 

Marx (C.). — Revolución y contrarrevolución 

Marx (C.). — Discursos sobre el librecambio 

Marx y Engels. — Manifiesto comunista comentado 

Mesa (J.). — La Cornmune de París de 1871

Araquistáin. — El derrumbamiento del Socialismo alemán 

Luxemburgo. — La huelga en masa 

Lafargue. — Por qué cree en Dios la burguesía 

Morato (J. J.). — Historia de la Sección Española de la Internacional 

Zerboglio. — El Socialismo y las objeciones más comunes 

Deville, — La evolución del capital 

Diario de Madrid, 31 de octubre de 1934

LA CONQUISTA DEL ESTADO

PODRA parecer fantasía, pero la mitad de esta revolución ha sido literatura: producto de la literatura y mal plagio literario. Libros hay dedicados a la “técnica” de la conquista del Estado que enseñan al lector a apoderarse de un Estado con la misma sencillez que si se tratara de un reloj sobre la mesa. En la época de las “técnicas” no podía faltar tampoco ésta. Algunos escritores se han dedicado a estudiar los golpes de Estado y las revoluciones de la historia para entresacar cuáles son en ellos los actos esenciales y eficaces, buscar su engranaje y perfecto ajuste y lograr un funcionamiento más rápido y exacto; en suma, hacer con ciencia, con “técnica”, lo que siempre se ha hecho por instinto y ciego coraje. Libros tales han hecho entre la juventud enormes estragos, porque la palabra “técnica” tiene para los ignorantes modernos el prestigio mágico de conocimiento perfecto y método indefectible. Y así se cree que quien posee la “técnica” de la conquista del Estado tiene a éste en su mano; no hay más que montar la máquina, echarla a andar y ésta entregará al final el Estado conquistado como entrega el ticket la pesadora.

El golpe de Estado de Trotsky es el gran modelo de estos técnicos. Lo han desprendido de la historia de Rusia, de la Rusia de 1918, y lo enseñan como un modelo de gabinete de Física. Pero, aunque los técnicos piensen que un movimiento insurreccional puede producirse en cualesquiera circunstancias, la realidad es que en ninguna parte ni ocasión como en Rusia coincidieron circunstancias tan favorables a la revolución. Trotsky no hizo más que insertar un golpe de Estado en una revolución que se hacía por sí sola, porque era la liquidación del Estado zarista, que, con o sin bolcheviques, hubiera caído lo mismo. La insurrección, las famosas “maniobras invisibles” no habrían sido eficaces si la insurrección hubiera tenido enfrente un Estado en regular estado de funcionamiento. Nunca una revolución ha triunfado contra un Estado de alguna fortaleza. Los plagiarios españoles de la revolución rusa se han olvidado de estos pequeños detalles: la guerra mundial, el desastre económico de Rusia, el derrumbamiento de su Estado.

Lo ocurrido en España demuestra la tesis, porque aquí la revolución tenía en su apoyo un verdadero Estado, un Poder público constituido con todos sus resortes en actividad —la Generalidad—, dándonos el espectáculo, hasta ahora desconocido, de un Gobierno que se echa a la calle; tenía también en su apoyo una huelga general, la insurrección en masa de los mineros asturianos, que tuvieron en su poder varias ciudades y pueblos. Y, sin embargo, todo ello quebró en el mismo momento en que se presentó el Estado. En Barcelona, en Madrid y aun en Asturias, donde las tropas sólo tuvieron que vencer una primera resistencia. No caen otros Estados sino aquellos tan débiles ya que casi ni la fuerza hace tampoco falta. Hay otro método de apoderarse de ellos, pero éste, que es el más seguro, tiene, sin embargo, un inconveniente: que antes es preciso convencer y conquistar la opinión, lo que a muchos les parece tan difícil que prefieren imponerse a ella por la violencia.

Fundación Pablo Iglesias, (Consultado el 6 de septiembre de 2025)

Revolución de Octubre de 1934

El 5 de octubre de 1934 daba comienzo una huelga general en protesta por el ascenso al poder de las posiciones más de ultraderecha de la política española, que desembocaría en un importante movimiento revolucionario, con especial virulencia en Asturias y algo menos en el País Vasco así como en Cataluña pero, en este caso, sin conexión con el movimiento socialista.

Las elecciones generales de noviembre de 1933 (con victoria de los radicales y la CEDA-Confederación Española de Derechas Autónomas-, marcadas por la potente publicidad electoral de los partidos de derechas así como las irregularidades cometidas por estos en zonas rurales, y en las que el Partido Socialista obtuvo únicamente 58 diputados) supusieron un cambio de rumbo para la estrategia política del PSOE. Se distanció de los partidos republicanos acercándose a otros sectores obreros y se apostó por una vía más revolucionaria destinada a frenar el ascenso del fascismo. Ante esta nueva posición surgieron disensiones dentro del socialismo. Julián Besteiro, opuesto a esta radicalización, fue apartado de la directiva en enero de 1934, e incluso dentro de los que sí la apoyaban, como Largo Caballero e Indalecio Prieto, se acentuaron las diferencias.

También, principales figuras del republicanismo como Azaña, Martínez Barrio o Maura mostraron su oposición a la deriva del gobierno de Lerroux, rompiendo cualquier colaboración en aras de la defensa de la República del 14 de abril.

El hecho que desencadenó la respuesta revolucionaria fue la entrada en el gobierno de Alejandro Lerroux de tres ministros de la CEDA, dispuestos a acabar con las reformas que desde 1931 se habían ido realizando en la sociedad española, por demanda de su líder Gil Robles. Así, en la madrugada del 4 al 5 de octubre daba comienzo una huelga general en todo el territorio nacional.

Las zonas rurales del sur y centro peninsular no se sumaron de forma significativa al movimiento, cansado ya de varios años de movilizaciones campesinas auspiciadas por la CNT y por la reciente huelga del campo del mes de junio pasado convocada por la FETT-UGT (saldada con cerca de diez mil detenciones, clausura de sindicatos y sustitución de ayuntamientos). En cambio, en los núcleos urbanos sí hubo una importante respuesta, actuando mediante huelga pasiva o por enfrentamiento directo contra las autoridades, llegándose incluso a crear nuevas formas de relación social como claro ejemplo de revolución socialista.

En Asturias la Alianza Obrera, formada por los dos grandes sindicatos, UGT y CNT, tuvo relativo éxito al principio con toma de cuarteles de la guardia civil, llegando a ser necesario el envío de las tropas africanas para sofocar las protestas revolucionarias, provocando con ello una sangrienta represión que causó la muerte de más de 1.500 personas así como el encarcelamiento de cerca de 30.000, terminando el movimiento revolucionario dos semanas después de su inicio.

En Cataluña, la Generalitat, presidida Lluís Companys, aprovechó la coyuntura para proclamar el Estado catalán “dentro de la República federal española” el 6 de octubre, aventura que terminó un día después por la actuación de las tropas de la República.

El camino quedaba expedito para la CEDA y Gil Robles, minando poco a poco los avances de la República desde 1931.

La revolución de octubre de 1934: un estallido de violencia política inédito en España que acabó con 1.500 muertos

Una de las imágenes icónicas de la Revolución de 1934, tomada en Brañosera (Palencia), el 8 de octubre, en la que se ve una columna de la Guardia Civil con mineros detenidos, encabezados por una mujer. La imagen es de Félix Ortiz Perelló, de la agencia Piortiz, y la publicó el 'Abc' el 26 de ese mes.

Casi 1.500 muertos, entre revolucionarios, agentes del orden público, militares, civiles y religiosos; unos 20.000 presos, un estallido de violencia, sobre todo juvenil, y una posterior represión brutal en Asturias... Se acaban de cumplir 90 años desde que España vivió una huelga insurreccional, iniciada el 4 de octubre, que puso en jaque a la Segunda República. Fueron dos semanas que, sin embargo, han quedado opacadas en la historia de la España del siglo XX por la Guerra Civil y la dictadura del general Franco. Con Asturias como foco del incendio, la Revolución de Octubre de 1934 prendió también en Cataluña, Madrid y País Vasco.

 

“Son unos hechos que no se conocen demasiado bien” —dice por teléfono el historiador Jesús Jiménez Zaera—, “en los que cada vez tiene más peso el contexto internacional, huyendo de la idea del particularismo de España”. Jiménez Zaera es el coordinador del libro Octubre 1934 (Desperta Ferro Ediciones), en el que 13 expertos desmenuzan los antecedentes, los hechos acaecidos en España esos días y las consecuencias. “Este volumen escapa de la idea de que la revolución fue solo en Asturias”. La introducción del libro destaca que la revolución fue “un hito en las cotas de violencia política del periodo republicano alcanzada hasta entonces y un catalizador de la polarización política”. 


Absolución de Largo Caballero, 1 de diciembre de 1935

Octubre de 1934: la revolución anunciada



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