Según datos del Banco Mundial, Yemen es uno de los países con más escasez de agua. Cada yemení sólo dispone de 125 metros cúbicos de agua anuales, frente a los 2.500 de media en el mundo, o los 1.250 de Oriente Próximo y el norte de África. Como consecuencia de todo eso, el 80% de los de yemeníes (23 millones de habitantes) está afectado por las restricciones de agua en unas redes de abastecimiento que sólo dan servicio al 46% de la población rural y a un porcentaje ligeramente mayor en las ciudades.
Para remediar esta situación, a medida que uno se aleja del centro de la capital, Saná, el paisaje urbano se ve invadido por grandes depósitos metálicos que ocupan no sólo los tejados, sinó también muchos callejones. Son para acumular el agua que no puede proporcionar la red de abastecimiento, inexistente en algunos barrios como el de Wadi Dhahr. En las zonas con red de abastecimiento de agua corriente, el suministro se realiza en días alternos.
La otra solución es perforar pozos hasta 200 metros de profundidad y sin control ninguno.
Mujeres y niños recogiendo agua, en septiembre de 2009, de uno de los 20 depósitos instalados por UNICEF en el campo de refugiados de Al-Mazrak en el norte de Yemen.
Yemen no es el único país sediento en un planeta donde, según la ONU, 1.100 millones de personas aún no tienen acceso al agua potable. Sin embargo, su elevada tasa de natalidad (la población se ha triplicado desde 1975), las pérdidas en las redes de abastecimiento (Se estima que en fugas se pierde el 60% del agua de la traída en las zonas urbanas), la rápida urbanización y los cultivos, como el qat, agravan día a día la situación.
Las reservas de agua se consumen a un ritmo superior al que se reponen. Según las últimas estadísticas oficiales, Yemen gasta 3.500 millones de metros cúbicos al año, en tanto que sólo se reponen en sus acuíferos 2.500. Con los acuíferos que rodean a las grandes ciudades destinados a la agricultura (el 93% del total, del que el qat se lleva una tercera parte), las autoridades difícilmente pueden atender a los nuevos proyectos residenciales e industriales. Los pozos son cada vez más hondos y el coste de la extracción mayor.
En Saná, situada sobre una meseta a 2.200 metros de altura, solía encontrarse agua a 20 metros de profundidad y ahora, hay que perforar hasta 200. El ritmo de agotamiento de los acuíferos es tal que los expertos del Ministerio de Agua y Medio Ambiente temen que la ciudad se quede sin agua antes de 15 años.
El rápido agotamiento de los recursos hídricos ha obligado a los habitantes de Sana a comprar agua a empresas privadas. El nivel de la capa freática desciende unos 6 metros por año en la capital yemenita.
Dependiendo del tamaño de la familia y de la época del año, llenar el depósito de agua cuesta entre 5,2 y 8,7 euros, y con esto hay para medio mes. Pero quienes tienen agua corriente en casa también necesitan comprar reservas ante la irregularidad del suministro (en Taiz, la tercera ciudad del país, la traída sólo abastece cada 45 días). Ese gasto, aparentemente modesto, se lleva entre un 10% y un 50% de los ingresos de muchos yemeníes. Y con un 42% de la población bajo la línea de la pobreza, gran parte de ellos dependen de la caridad de las mezquitas para cubrir sus necesidades.
Esta falta de recursos es un factor determinante a la hora de comprender los conflictos existentes en el país: la rebelión chií en Sada, en el norte del país, el movimiento secesionista del sur y la peligrosa alianza forjada entre las tribus yemeníes y los operativos de Al Qaeda en el este.
En 2008, los presupuestos del Estado ascendían a 8.760 millones de dólares, según el presidente del Centro de Información Económica en Saná, Mostafá Naser. Cerca de tres cuartas partes de dicha cantidad procedían directamente de los beneficios por el crudo. Se han descubierto demasiados pocos nuevos yacimientos en los últimos cinco años y la producción ha descendido desde los 450.000 barriles al día de 2003 hasta los apenas 280.000 barriles en 2009. El Banco Mundial estima que para 2017 el país no obtendrá beneficio alguno por el petróleo.
Según un informe publicado en 2009 por el grupo de estudios Carnegie Endowment, la mitad de la población (Que se va a duplicar en los próximos 20 años) es analfabeta y gana menos de dos dólares al día. La tasa de desempleo se encuentra en torno al 35 por ciento y en términos sanitarios, casi la mitad de los niños yemeníes presentan síntomas de desnutrición.
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