viernes, 7 de junio de 2024

Cristóbal Benítez González

Cristóbal Benítez González nació en Alhaurín de la Torre el 19 de junio de 1856 y siendo aún niño, emigró con sus padres a Tetuán ciudad que había pasado soberanía española por el tratado de Wad Ras. En aquel tiempo esta zona producía bastante corcho.

En 1879 acompañó como interprete al doctor austríaco Oskar Lenz en su expedición a Tombuctú. En 1899 publicó sus memorias como explotador en el libro Mi viaje por el interior de África, que el Ayuntamiento de Alhaurín de la Torre reeditó en 2005. 

Tombuctú, apodada "la de los 333 santos'', es una ciudad situada a 7 kilómetros del curso del río Níger: la perla deseada por los exploradores europeos, donde llega el oro del "País de los Negros" y los productos manufacturados y la sal, del Norte… así lo dice un proverbio de Mali: “El oro viene del Sur, la sal del Norte y el dinero del país del hombre blanco; pero los cuentos maravillosos y la palabra de Dios solo se encuentran en Tombuctú”.

Oskar Lenz fue un geólogo y mineralogista natural de Leipzig. En 1880 dirigió una expedición trans-Sahara desde Marruecos hasta Senegal. El objetivo principal de la expedición era realizar estudios geológicos de la región, investigando la posibilidad de explotar depósitos de hierro. De esta forma Oskar Lenz se convirtió en el cuarto europeo en visitar la legendaria ciudad de Tombuctú. Anteriormente también lo habían hecho, Alexander Gordon Laing (1826), René Caillié (1828) y Heinrich Barth (1853).

Con la experiencia de este viaje Lenz escribió el libro Timbouctou, voyage au Maroc, au Sahara et au Soudan., aunque lógicamente él lo publicó en alemán y lo anterior es la traducción del mismo al francés. En la introducción del libro hace referencia a sus interpretes Hadj Ali Boutaleb y Cristóbal Benítez, además de a su fiel servidor marroquí Kaddour.

Tras esta expedición a Tombuctú, Cristóbal fue nombrado en 1881 intérprete en la aduana de Larache, para ser trasladado posteriormente, el 27 de julio del mismo año, al Consulado español de Mogador, donde ejerció como canciller. En 1883 participó en la comisión hispano-marroquí destinada a determinar la ubicación exacta del territorio de Santa Cruz de la Mar Pequeña (posteriormente conocido como Sidi Ifni) reclamado por España, recorriendo para ello la costa atlántica de Marruecos a bordo de la goleta Ligera.

Falleció el 7 de septiembre de 1924 y su sepultura se encuentra en el cementerio cristiano de Essaouira (Mogador).



El Liberal, 9 de octubre de 1880

A vuela pluma.

La Republique Française publica un despacho do Berlín que vamos a trascribir íntegro:

«Los rumores que circulan acerca del puerto de Santa Cruz de la Mar Pequeña, no parecen tan desprovistos de fundamento como manifiesta un despacho de Madrid.

»En una publicación reciente y muy notable titulada «Marruecos, su territorio y sus habitantes,» un antiguo oficial superior del ejército prusiano presenta la cesión de ese puesto a Alemania como cosa que España está dispuesta á realizar.»

Si en Alemania puede hacerse todo fuera del Parlamento, en España no sucede lo mismo. Ese puerto de Santa Cruz forma parte del territorio español y solo las Cortes pueden autorizar su enajenación. Cuanto se negocie fuera de las Cortes es nulo y sin ningún valor.  

El Liberal, 18 de junio de 1882

El testamento de O'Donnell 

En uno de los primeros días de este mes, dirigimos a los periódicos ministeriales una pregunta concebida poco más o menos en estos términos: 

¿Es cierto que el embajador que este año nos manda el sultán, trae el propósito (no desconocido del Gobierno) de comprarnos a cualquier precio, el derecho de establecer una factoría en la costa africana llamada Santa Cruz de Agadir o de la Mar Pequeña

Ningún colega se dignó contestar entonces, ni ahora; pero ya no podemos poner en duda la noticia, desde el momento en que los más autorizados círculos políticos ocupábanse ayer en este asunto como una cuestión planteada por el embajador. 

Apresurémonos, sin embargo a añadir, que en el Consejo de ministros celebrado ayer, se resolvió en redondo la pretensión que iba acompañada, a lo que se dice, de la promesa de entregar tres millones de duros por el rescate de aquel territorio. 

A primera vista, parece que esta negativa del gobierno, pone término al asunto. Porque si poseemos o debemos poseer un establecimiento comercial en la corte marroquía, a título oneroso y más que oneroso, a coste de sangre y el oro de España, derramados copiosamente, y rehusamos venderle, quedan las cosas como estaban antes. 

Pues nada de eso es lo que sucede. La indolencia, la debilidad y la torpeza de nuestros gobiernos en las cosas de África, han sido tales, que por no acometer de frente las dificultades que siempre puso S. M. Sheriffiana a cumplir lo pactado en 1860, hoy se halla el emperador en un terrible atolladero y nosotros amenazados de una gravísima complicación. 

El caso es el siguiente: 

El buen sultán de Marruecos, que en autoridad entre sus súbditos, corre-parejas con su primo el Allah Tewfik, el de Egipto tendrá toda la soberanía que quiera o presuma sobre el territorio llamada Santa Cruz de la Mar Pequeña, pero en punto a obediencia de las tribus ocupantes de aquel territorio ni la obtuvo jamás completa, ni dispone de fuerza bastante para imponerla. 

Una compañía inglesa compró a esas tribus parte del territorio que ocupan, precisamente la bahía de Santa Cruz, que hace 22 años debíamos poseer nosotros, y como ni los ingleses sueltan la presa, ni reteniéndola ellos puede el sultán entregárnosla, ha decidido enviar a su embajador para que le vendamos nuestro derecho. 

El conflicto, como se ve, es mayúsculo para el emperador, pero no es menos grave para nosotros la dificultad. No podemos cambiar por unos cuantos millones, lo único que queda ya de alguna utilidad, aunque nada mas que como esperanza, de la gloriosa guerra de África; pero tampoco lo obtendremos, porque el único obligado a cumplir ese compromiso se halla sin fuerzas para realizarlo. 

Si nosotros apremiamos mucho, no costará gran sacrificio al sultán, la confesión de su impotencia, y aun delegaría en nosotros el derecho de tomar posesión por nuestra propia cuenta. Pero entonces ya no tendríamos que habérnoslas con las tribus que allí habitan, sino con los ingleses establecidos en virtud de un derecho de propiedad que a ellos les parecerá tan legítimo como el que otros compatriotas suyos exhibieron en Borneo, cuando en nombre del sultán de Joló, soberano de aquel territorio, pusimos en duda su buen derecho. 

Ahora verá el gobierno la trascendencia que tiene la aquiescencia al acta de la reina Victoria que hizo tierra británica el Norte de Borneo. Consentir aquel hecho sin una protesta permanente es reconocer que hemos sido bien despojados de nuestra pesquería en la costa africana. 

Por una fatalidad nunca bastante lamentada, corre el señor marques de la Vega de Armijo el peligro de ser el ministro que debe autorizar la ruptura del testamento militar del gran O'Donnell,

El Liberal, 13 de julio de 1882

El secreto a voces

Es posible que muchos de nuestros lectores no prestaran gran atención a la noticia que ayer dimos, anunciando el desembarco en Cádiz del embajador marroquí Brischia. 

Este viaje, sin embargo, tiene gran importancia. No hace aún quince días que el embajador abandonaba la península y ya está de vuelta. Tanto es el interés y tanta la premura en salir airoso de la misión que su soberano le tiene encomendada cerca de nuestro Gobierno. 

Seguramente que en este breve viaje no ha visto a Muley Hassam. S. M. sheriffiana anda en estos momentos por las inmediaciones de Mogador, y no es probable que durante tan pocos días haya hecho el viaje de ida y vuelta per aquellas desamparadas comarcas, donde no hay otros medios de comunicación que los primitivos. 

¿Qué trae de nuevo el embajador marroquí? No es difícil adivinarlo. Vino hace mes y medio a proponer la venta por 60 millones de reales, del derecho que nos da el tratado de Vad-Ras a una pesquería en Santa Cruz de la Mar Pequeña y obtuvo por contestación a la demanda, una rotunda negativa. 

Pero los musulmanes son perseverantes y hábiles. No pudiendo rescatar por dinero aquel territorio aún no entregado, trata ahora el gobierno marroquí de permutarlo. Y sin duda el embajador trae buenas esperanzas puesto que el diario ministerial más serio y autorizado, La Iberia, propone qué permutemos los territorios que se nos deben hace veintidós años, por otros en las fronteras de Ceuta hasta las cúspides de Sierra-Bullones. 

Ciertamente sería una adquisición valiosa para nuestros intereses, la de una comarca que permitiría desenvolvernos en el Norte de Marruecos; pero no nos atreveríamos a afirmar que esa ventaja compensaría una posesión en el sudoeste del imperio, precisamente en la costa de África más próxima a las islas Canarias. 

Vale la pena de meditar muy detenidamente la cuestión. Y así habrá de ser forzosamente, porque el Gobierno nada puede hacer por sí solo en este asunto, porque sabido es que por el artículo 55 de la Constitución, el rey necesita estar autorizado por una ley especial para enajenar, ceder o permutar parte del territorio nacional.

LA GUERRA EN MARRUECOS 

Un compatriota y muy querido amigo nuestro que ha viajado muchos años por el imperio de Marruecos nos escribe desde Mogador, la carta que a continuación publicamos. 

Limitada en apariencia a referir los preparativos de la campaña que el Sultán emprende contra las rebeldes kábilas que habitan el extremo Sudoeste de su imperio, la carta contiene discretísimos juicios e indicaciones muy patrióticas, acompañadas de la autoridad indisputable de quien ha visto y estudiado durante algunos años las cosas de Marruecos con un espíritu investigador y la mirada siempre fija en los intereses españoles. 

Aparte, pues, de la curiosa descripción del organismo militar marroquí, de los usos y costumbres en campaña, de los servicios administrativos y de la vida y propósitos del Sultán, la carta ofrece gran interés político para los que no pierden de vista los destinos de nuestra patria en África.

Sr. Director de EL LIBERAL:

La expedición del Sultán a las comarcas del Sus y Guad-nun, con la que se propone someter Muley Hassan al dominio de la corte sheriffiana aquellas bravas e independientes kábilas, viene siendo en Marruecos, y especialmente entre esta pequeña colonia de Mogador, el tema predilecto de vivas discusiones y encontrados comentarios. Mientras los unos creen que la expedición puede llegar sin grandes dificultades hasta las apartadas márgenes del Draa, renovando los triunfos qué hace cuatro siglos alcanzó allí y en el Níger el famoso Sultán Mohamed Eddehbi, (el Dorado), otros por el contrario, temen que en las vecinas orillas del Masa y en las montañas y estrechos desfiladeros de Imintanaut, sufría Muley Hassan y su ejército una espantosa derrota que pudiera ser el término de su dinastía, y quién sabe, sí el instante de difícil prueba a que sometieran todas sus provincias las incursiones y correrías de las salvajes tribus del desierto. Y en tanto que todas esas dudas, esperanzas y temores embargan la atención de esta colonia extranjera, los indígenas, en cambio, para quiénes es pecado grave aventurar juicios que solo es dado conocer a la omnisciencia de Al-lah, apenas se preocupan ni aún por mero pasatiempo, de la importancia ni del resultado de esta atrevida expedición guerrera.  

Diario oficial de avisos de Madrid, 16 de noviembre de 1882

Se anuncia por periódicos del Ferrol y de Cádiz, que al fin se ha resuelto enviar tropas para que tomen posesión del territorio de Santa Cruz de la Mar Pequeña. He aquí lo que dice el Diario del Ferrol: 

— «Noticias privadas, pero de autorizado origen, anuncian la inmediata toma de posesión de Santa Cruz de Mar Pequeña, en la costa occidental de Marruecos. Parece que las tropas designadas para este acto, son dos compañías de infantería de Marina, formando un contingente de 500 hombres, al mando de un Comandante del cuerpo.» 

— Y el Diario de San, Fernando, en su número del 12, dice:

 — «Mañana probablemente saldrá en la goleta Ligera para Canarias, a formar parte de las fuerzas que han de tomar posesión de Santa Cruz de Mar Pequeña, dos compañías de infantería de Marina, a las órdenes del Comandante Sr. Escuin.» 

— Convendría que los diarios de Madrid que tienen motivos para hallarse bien enterados, dijeran lo que hay sobre este asunto.

La Época, 6 de diciembre de 1882

SANTA CRUZ DE LA MAR PEQUEÑA. 

He aquí lo que sobre esta cuestión nos escriben desde Marsella:

«He tenido el gusto de leer en LA ÉPOCA en su número del 23 de Noviembre un artículo con el epígrafe Santa Cruz de Mar Pequeña

Como el asunto es de actualidad, creo que no carecerá de importancia para los ilustrados lectores de LA EPOCA los detalles que, tomados de autorizadas fuentes, me tomo la libertad de comunicarles. Al mismo tiempo les propongo dar a conocer el nombre de D. David de León Cohen, antiguo y acreditado comerciante de Marsella, quien con un celo y una actividad dignos del mayor elogio, fletó y cargó el vapor Anjou, de que se hace mérito en dicho artículo. El Sr. D. David de L. Cohen, a quien con este propósito he hecho una visita, me recibió con la afabilidad que le caracteriza, y enterado del objeto que me llevaba a su casa, se apresuró a darme todos los informes relativos a la expedición del vapor Anjou a la costa N. O. del África en Junio de 1880 y puso a mi disposición los dictámenes y memorias que obran en su poder, autorizándome a hacer uso de ellos en las columnas de LA ÉPOCA

Según estos informes y dictámenes, aparece que el 27 de Agosto de 1880. el Sr. D. David de L. Cohen, creador de la idea, asociado coa otros no menos caracterizados negociantes y armadores de Marsella y de Londres, deseando establecer operaciones comerciales en la costa N. O. del África, entro los 28 y 30 grados de latitud N., elevó al ministro de Negocios extranjeros en París una Memoria en la que manifestaba que, solicitado hacía mucho tiempo por los jefes de las tribus independientes situadas al Sur de las posesiones del imperio de Marruecos, hizo a estos parajes una expedición con el vapor francés Anjou con el objeto de operar el comercio de cambio de productos con los ribereños y preparar así el terreno para un comercio regular con un país que produce en grandes cantidades cría vacuna, cereales, cera, pieles, almendras y aceite. Además la expedición dirigida por David de L. Cohen se proponía darse cuenta de la importancia de la factoría inglesa establecida al Sur de este país y procurar tomar parte en operaciones comerciales que, según se decía, debían ser altamente fructíferas. 

Un inglés llamado Makensie se había establecido hacía ya tres años en el cabo Yuby en consecuencia de un acuerdo tomado con el sheik Beruk, cuyas posesiones territoriales se extienden desde el cabo Noun hasta la frontera del gran Sahara, que comienza hacia el Sur de esta factoría inglesa. 

Mr. Topheam, vice-cónsul de Inglaterra en Lanzarote, aseguró al Sr. de L. Cohen que Makensie hacía en el cabo Yuby negocios comerciales muy brillantes; éste, sin embargo, declaró al mismo señor que sus negocios poco importantes para cubrir los gastos daban un resultado negativo, pero que las operaciones comerciales de que él se ocupaba eran sólo un pretexto para ocupar el sitio en donde se había establecido para de él hacer el punto de partida do un camino de hierro que se hallaba entonces en proyecto y que debía unir el cabo Yuby con San Louis del Senegal. 

El Times de Londres dio, en su número del 9 de Agosto 1880, sobre la factoría del cabo Yuby, informes que establecen que el país así ocupado era considerado en Inglaterra como una reciente adquisición susceptible de un gran desarrollo bajo el doble punto de vista del comercio y de la emigración. 

El periódico mencionado indicaba también la tendencia de España a establecerse en Santa Cruz de Mar Pequeña, antigua pesquería española cedida por el Gobierno de Marruecos en el último tratado de paz.

Parece ser que Makensie se estableció en el cabo Yuby con el apoyo del Gobierno inglés que ha protegido esta empresa, a pesar del aviso en contrario dado por Drumond Hay, ministro de la Gran Bretaña en Tánger. 

Al principio de las relaciones del sheik Beruk con Makensie, el Gobierno marroquí, protestó por medio de la embajada de Inglaterra en Tánger. El Emperador pretendía ser el Soberano de Beruk y le negaba el derecho de tratar con extranjeros sin el concurso. El sheik Beruk, amo en su territorio, libre c independiente, hizo caso omiso de las protestas del Gobierno marroquí, que ni siquiera fueron tomadas en consideración. 

El Emperador ensayó en seguida de hacer intervenir en el asunto al jeque Hussein rogándole se opusiera a la continuación de las relaciones de Beruk y Makensie. Anunciaba también su próxima llegada con tropas y pedía el permiso para atravesar el paso de Hussein para castigar en persona á Beruk. Hussein contestó rehusando el paso al Emperador y a sus tropas, y se preparó para impedir cualquiera violación de su territorio. 

En la época a que me refiero. Beruck empezaba a manifestar cierto descontento del modo de obrar de Makensie, quien habiendo comenzado por hacer barracas para abrigar sus mercancías, concluyó por fortificarse en el país que ocupa. 

Makensie aseguró en Lanzarote al Sr. de L. Cohen que todos los esfuerzos de los indígenas para desalojarle serían impotentes, pues se hallaba en condiciones de defenderse aun con cañones. Esta actitud de Makensie ha inspirado una gran desconfianza a las tribus vecinas, que han rehusado proposiciones de otros negociantes ingleses. 

Estas tribus, en número de 25, cuentan cerca de 800.000 habitantes, que forman una confederación dirigida, sino dominada por el jeque, el Hussein, que según se dice, es inmensamente rico. Todas estas tribus se hallaban dispuestas e entrar en relaciones comerciales con la asociación creada y dirigida por D. David do L Cohen. 

Según cartas cambiadas con el jeque Hussein y otros jefes de las tribus ya citadas, todas ellas consideraban que el establecimiento de una factoría en su país serviría para protegerlas, al Sur contra las invasiones de la colonia inglesa, al Norte contra las violencias del Emperador de Marruecos. 

He aquí, en suma, las razones que decidieron el ánimo resuelto y emprendedor de D. David de L. Cohen a fletar el Anjou, y llevar a cabo la expedición, cuya relación se halla expuesta en la Memoria elevada al señor ministro de Negocios extranjeros en Paris, de donde he sacado estos apuntes. La expedición, pues, era esperada con impaciencia por las tribus. El punto de encuentro designado por los expedicionarios y ésta, era la playa Ifny, por 29 33 latitud Norte, a un punto designado en el mapa por montañas negras. 

El hijo del jeque Hussein había aguardado durante diez días. Ifní se halla situado en el territorio del sheik Ahmed Ben el Hady el Hussein, pariente y amigo íntimo del jeque el Hussein. —Otro amigo de éste, Abdallah Ben Mohamed El Bounamani, fue a bordo del Anjou tan pronto como éste llegó a la playa con el hijo de sheik Ahmed cargado de regalos de bienvenida de parte de su padre, al Sr. D. David de L Cohen, que dirigía en persona tan arriesgada expedición. 

A pesar de tan excelentes disposiciones, no pudo verificarse el desembarque por ser inaccesible la playa y por insuficiencia de los medios de desembarque. Además, el Emperador de Marruecos había hecho predicar la guerra santa contra los cristianos que querían abrir un puerto en estas costas. —Algunos fanáticos llegaron hasta Ifní, y el vapor Anjou, siguiendo |los consejos del hijo del sheik Ahmed Abdallah, abandonó las aguas de Ifní para trasladarse a Mogador, con el objeto de vender sus mercancías. 

Según el Sr. L Cohen, el cónsul español de Mogador hizo mucho ruido protestando que se había atentado contra los derechos de España, y que se quería amparar de Santa Cruz de Mar Pequeña, que el Gobierno marroquí había cedido a España. 

El Sr. D. David de L Cohen me ha asegurado que nunca alimentó tal idea. La sinceridad de sus palabras y sus simpatías por España, cuyo idioma habla perfectamente, son de ello bastante garantía.—

Continuaré dando más detalles, ANTONIO MENCHACA. »

La Oceanía española. 4 de enero de 1883

Noticias generales

Madrid 15 de noviembre

Ayer se embarcaron 500 hombres en la goleta de guerra "Ligera" para ir a tomar posesión del territorio de Santa Cruz de la Mar pequeña, situado en la costa de Marruecos.

Archivo diplomático-político de España, 28 de agosto de 1883

La comisión española encargada de demarcar el sitio en que estuvo nuestro antiguo establecimiento de SantaCruz la Pequeña (Marruecos), se compone del personal siguiente: 

Cónsul de España en Mogador, señor Francisco Lozano Muñoz, presidente; y vocales, el ingeniero jefe de la provincia de Canarias, D. Juan de León y Castillo, el comandante de Marina teniente de primera clase, D. Pedro del Castillo, el comandante de Estado Mayor, teniente coronel, D. Ramón Jáudenes, el capitán de Ingenieros, comandante, D. Salvador Bethencourt y el comandante de la corbeta Consuelo, capitán de fragata, D. Francisco Javier de Elizalde. Como agregados a esta comisión van los intérpretes del consulado de Mogador, D. Cristóbal Benítez y D. Saadia Cohen, y los escribanos árabes Hach Abdelah Elmerabet y el Hach Hammd Ben Abdallah. 

Forman la comisión marroquí diez individuos de otras tantas provincias del Imperio, dirigida por el sherif Muley-Hamed El Balguiti, Secretario y pariente del Sultán, y el Gobernador de Azemur, favorito de la corte, y el kaid Mohamet-Buxta-el-Bagdadi. 

A esta comisión mixta, con gran séquito de ayudantes y criados, se agrega una tercera comisión española que ha de hacer a la vez, por ruegos y a expensas del Sultán de Marruecos, el estudio y los planes de los nuevos puertos que en las costas del Sus y Guad-nun puedan abrirse al comercio, cuyos trabajos se han encomendado al ingeniero y ayudantes señores Alonso Zabala, Moreno y Aguilar.

La Unión, 31 de octubre de 1883

Conste, dicen que ha comunicado el Sultán de Marruecos al Gobierno español, que si yo concedo el puerto de Ifni. es por pura gracia y cortesía, porque el verdadero emplazamiento de la antigua Santa Cruz de la Mar Pequeña, estaba en Puerto Cansado, lugar de peores condiciones. Es cosa de hacer una zalema al Sultán, y de mostrarse agradecidos. No han hecho tanto, ni mucho menos, Gobiernos amigos como el de Francia.  

Revista de geografía comercial, 30 de enero de 1886

COMERCIO DEL NOROESTE DE ÁFRICA.

Marruecos. 

Estas tradiciones se han desvanecido con el trascurso de los siglos, y los naturales de Canarias, inclinados a la bahía de Puerto-Cansado, donde suponen que estuvo situada la fortaleza de Santa Cruz de Mar Pequeña, sienten pocas simpatías por la concha y lugar de Ifní, y con doble razón por cualquier otro lugar más septentrional. 

Revista de geografía comercial, 15 de enero de 1889

LA CUESTIÓN DEL RÍO MUNI

En cambio, con poco acierto, y sin saber probablemente lo que se pedía, se exigió la entrega de Santa Cruz de la Mar pequeña, cuando pudimos y debimos obtener otro punto más interesante en todos conceptos, el de Santa Cruz de Agadir; pero todavía es peor que, habiendo transcurrido veinte y tantos años, no se haya resuelto esta cuestión.

Revista de geografía comercial, 15 de marzo de 1889

LAS CÁMARAS DE COMERCIO

En último extremo, allí tenemos un territorio concedido a perpetuidad a España, el que fue Santa Cruz de la Mar Pequeña, y donde tuvimos antigua pesquería y puede desarrollarse importantísimo comercio con las provincias del Sus; y por consiguiente, estamos en el derecho de unirle, por un lado a Cádiz y por el otro a Canarias, ligando además estas islas a nuestras posesiones de Río de Oro, entre Cabo Bojador y Cabo Blanco, lo que alentaría a nuestras nacientes factorías para la explotación comercial de la comarca del Sahara, dejando así trazado el camino para llegar a nuestras posesiones del Golfo de Guinea y del Muni, atentos al movimiento de otras naciones en esta parte y en las costas de Ogoué y del Congo. Todo ello sin prescindir del cable de Algeciras ó Tarifa a Ceuta y con la idea de continuar la comunicación a Tetuán para llegar hasta Melilla.  

Por esos mundos, 1 de enero de 1907

SANTA CRUZ DE LA MAR PEQUEÑA 

Tan olvidada ó más que el islote del Peregíl permanece esta posesión, aun no ocupada por parte de España. Nuestra nación obtuvo esta concesión por el Tratado de 1860, para reconstituir la población que con dicho nombre tuvo en el Sur de Marruecos en los primeros siglos de la Edad Moderna. Pero como todavía no se ha ocupado, y menos aun señalado con certeza, el sitio que se haya decidido conservar, cuanto dijéramos aquí habría de limitarse a antecedentes históricos y disquisiciones que no servirían sino para embrollar las discusiones que sobre ello sustentan los historiógrafos y los africanistas.






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