lunes, 3 de junio de 2024

La Declaración Balfour

La Declaración Balfour representa el punto de partida de la proclamación del Estado de Israel en 1948. La Declaración Balfour estaba incluida en una carta firmada por el ministro de Relaciones Exteriores británico, Arthur James Balfour, tras la conquista de Palestina en 1917. Hasta ese momento Palestina formaba parte del Imperio Turco, desde 1517, cuando los turcos de Asia Menor derrotaron a los mamelucos. 

Antes incluso de tomar el control territorial de Palestina en 1917, el Gobierno imperial de Londres necesitaba garantizarse el control del canal de Suez para mantener la comunicación con sus colonias en Asia. Por eso buscó atraerse el apoyo de los judíos mediante la Declaración Balfour.

Bajo el dominio turco el país quedó dividido en varios distritos administrados por los palestinos arabizados, descendientes de los cananeos y de los colonizadores posteriores. Curiosamente, las comunidades cristiana y judía recibieron una amplia autonomía, pero el 11 de diciembre de 1917 Gran Bretaña, bajo el mando del general Allenby, entra en Jerusalén y pone fin a cuatro siglos de dominio otomano.

En 1917 los dirigentes palestinos encabezaron una manifestación en Ramala para exigir al Reino Unido que se retractara por el contenido de dicha carta. El entonces primer ministro de la Autoridad Palestina, Rami Hamdallah, la calificó de «injusticia histórica». 

Para los palestinos, que representaban el 90% de la población de la región , la declaración marca el inicio de un imparable retroceso territorial. 

La carta, sin embargo, no fue la única promesa que realizaron los británicos, que jugaron a varias bandas y cortejaron también a los árabes. Lo demuestra la correspondencia que Henry McMahon, alto comisionado en Egipto, entonces colonia inglesa, mantuvo con el jerife de La Meca, Husein bin Alí, en la que el militar británico prometió la independencia del país si este apoyaba a los aliados contra el Imperio Otomano. Lo mismo ocurrió con los kurdos, a los que Londres también ofreció un Estado propio si contribuía a la misma causa.

Durante las discusiones del Gabinete de Guerra británico que condujeron a esta declaración, el conflicto mundial llevaba unos meses estancado. Las tropas de Estados Unidos no estaban desplegadas todavía y los rusos estaban distraídos con la Revolución de Octubre. El secretario de dicho gabinete, Mark Sykes, inició conversaciones formales con el líder de los sionistas en febrero de 1917. En ese momento, Arthur James Balfour pidió que se prepararan varios borradores de dicha declaración antes de hacerla pública en noviembre.

Esos borradores fueron discutidos por el Gobierno británico durante meses. Las diferentes versiones contaron con aportaciones de judíos sionistas y antisionistas, pero nunca de la población local que ya vivía en Palestina. Sin embargo, estos no eran más que la cristalización de un anhelo largamente sentido por el pueblo judío, convertido además en necesidad histórica por la escalada del antisemitismo que se produjo con los pogroms de Rusia desde 1881. Se los llegó a culpar, incluso, del asesinato del zar Nicolás II en 1918. En este sentido, es importante comprender que estas reivindicaciones son muy anteriores al Holocausto nazi, habitualmente considerado como la causa principal del reconocimiento de los derechos del pueblo judío.

La Primera Guerra Mundial y la previsible caída del Imperio otomano solo fueron la oportunidad para los pueblos sometidos, en este caso el judío, hicieran válidas sus reivindicaciones. Y aunque la Declaración de Balfour no se llegó a aplicar, en 1922, la Sociedad de Naciones acabó adjudicando un mandato a Reino Unido para administrar en exclusiva el territorio de Tierra Santa. Desde entonces, y hasta 1935, la población judía en la Palestina británica pasó de menos del 10% a un 27%. Viendo esta evolución, Londres redujo los cupos de inmigrantes judíos poco antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial. Esa fue una de las razones por las que, en 1944, grupos armados clandestinos hebreos se rebelaron contra las fuerzas británicas con atentados tan llamativos como el del hotel King David de Jerusalén, en el que murieron 92 personas.






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