El agua del mar Mediterráneo desde Málaga a Sicilia supera los 28 grados, con anomalías térmicas por encima de los 5. En algunos puntos es todavía peor. El 30 de junio, la boya de Dragonera (Baleares) marcó 30,55 ºC. Esta tropicalización genera hace que se multipliquen las noches tórridas y disminuya la brisa marina, lo que afecta a la salud de quienes viven en la costa, se genera combustible para eventos climáticos extremos —como danas o granizo— y llegan especies invasoras como los peces conejo o león, que devoran las algas y a los peces autóctonos, respectivamente.
Anomalía de la temperatura superficial del mar
Media de junio de 2025 respecto al periodo 1981–2012
La anomalía térmica es de 2,81 grados de promedio en todo el Mediterráneo, pero en Baleares hay hasta 7 grados. Todas las boyas de Puertos del Estado —como la de Dragonera— han superado estos días los máximos históricos en Girona, Barcelona, Tarragona, Valencia, Cabo de Palos, Menorca, etc. Y los análisis del servicio europeo Copernicus muestran que el Mediterráneo está en máximos históricos, sobre todo la zona entre Baleares y las costas valenciana y catalana.
Anomalía de la temperatura superficial del mar
Media de junio de 2025 respecto al periodo 1981–2012
El conjunto del mar ha superado los 26 grados, más de 2 por encima de la media de esta época. Y no es algo puntual, sino que ha ocurrido en los dos últimos años, lo que demuestra que vivimos una aceleración progresiva de las marcas. En las costas españolas es todavía mayor. Además, estas temperaturas tan extremas suelen ocurrir en agosto, con lo que es probable que sigan subiendo este verano.
El Mediterráneo se calienta entre dos y tres veces más rápido que el resto, porque es un mar cerrado, con incidencia continua de radiación solar, y sin intercambio con otros océanos, y nos lleva a que cada vez se asemeje más a los mares del trópico. En los años 50, las noches tropicales, donde las mínimas no bajan de 20 grados, eran 10 o 20 días al año, y ahora son 100. Las tórridas, con mínimas por encima de los 25, también aumentan.
El régimen de brisas se genera por el contraste de temperatura entre el mar y la tierra, pero un mar más cálido hace que haya brisas más débiles. Otros años casi desaparecen a partir de mitad de julio, pero este año está pasando ya. El viento es un factor que proporciona confort térmico, con lo que si disminuye mientras hace tanto calor y hay una humedad altísima, se genera más sensación de bochorno.
Olas de calor marinas
Otro fenómeno son las olas de calor marinas, que afectan ahora mismo casi al 100% del Mediterráneo. Las olas de calor marinas más severas, que provocan mortalidades masivas en algunos casos, han afectado a más de 90 especies que viven fijas en el sustrato (flora, algas y animales como esponjas o corales).
Además, se está produciendo una tropicalización del medio, que hace que las especies se desplacen debido a la temperatura. De forma general, se están produciendo dos grandes movimientos: uno de sur hacia el norte y otra de este a oeste. En el primero, las especies nativas del Mediterráneo, de aguas cálidas, se mueven hacia la zona norte debido a que se está calentando. Esa llegada de los del sur provoca, a su vez, el desplazamiento de flora y fauna de esas áreas más frías —el golfo de León, el golfo de Génova, el norte del Adriático o el norte del Egeo—.
El pez verde, por ejemplo, muy complicado de ver por la Costa Brava hace 15 años se ha convertido en habitual. Y las morenas, que antes solo se veían en Baleares, están sustituyendo a los congrios en las costas de aguas antes más frías. En el otro movimiento –de este a oeste— llegan las especies tropicales que entran por el canal de Suez, y vienen del mar Rojo y del Índico. Hace 100 años, con la temperatura del agua más fría, tenían muchas más dificultades para asentarse. Por ejemplo, los conocidos como peces conejo tropicales, están devorando los bosques de algas y dejan las rocas completamente peladas, transformándolas en desiertos submarinos.
Uno de los ejemplos es el pez león, voraz, territorial y venenoso, que entró por el canal de Suez, y que ha alcanzado las costas de Sicilia y, según un estudio reciente, las costas españolas, en la zona del Estrecho de Gibraltar y el mar de Alborán.
Los cambios en esa zona se ven favorecidos, además de por el calentamiento, por el intenso tráfico marítimo, la actividad turística y por la invasión del alga asiática Rugulopteryx okamurae, que se detectó en Ceuta en 2015 y ahora está presente en todas las comunidades con litoral de España, excepto en Baleares.


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